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Mostrando entradas de septiembre, 2014

La niña del vestido rosa...

 Hace poco he leído en algún lugar que los niños son la felicidad del mundo... ¿quién no sonríe cuando les ve jugar? ¿cómo no reírse cuando sueltan una sonora carcajada mostrando hasta la última muela?... Los niños encuentran felicidad hasta en las condiciones más complicadas, disfrutan con las cosas más simples o lloran en las situaciones más inciertas... Pueden contagiarse entre ellos la alegría y el llanto, les gusta experimentar, imitan con facilidad, Pueden pasar horas jugando con arena o agua, su imaginación no conoce límites... Su inocencia es la mejor de las virtudes. ¿Por qué dejamos de ser niños si crecemos... ? ¿Por qué no nos quedamos con las mejores cualidades?... Si podemos confesar que nos gusta la risa, que llorar no está tan mal si algo nos apena, que también nos gusta saltar en la arena o jugar con el agua, que hay cosas que preferimos imaginarnos, jugar a ser cantantes, actrices o policía, incluso a veces ladrones... Me quedo con dar de comer a las palom

En calma...

Calmas mi vida... remanso de sueños en la paz de tu orilla, en las profundidades de tu cuerpo quisiera navegar a la deriva. Calmas mi alma... los reflejos azules de tu cielo se quedan para siempre en mis pupilas llevandose el temor, matando el miedo. Me traes la calma esa que necesito, la que espero la que no encuentro si no estoy contigo esa que quisiera, la que pierdo... Me traes la calma... me quedo adormecida entre tus brazos, navegando en el mar de cada sueño, me quedo para siempre donde quiero me quedaré a tu lado  porque espero que se vaya este mar de tempestades... Texto y foto: Carmen Martagón ©

Soñar en Otoño y de nuevo Septiembre...

Soñar en Otoño Volveré a nacer con cada otoño con la niebla que cubre mi ventana, con las hojas que cubren las aceras , con las gotas de lluvia que me calan. Volveré a nacer con esta brisa que me susurra nuevas tempestades, con ese abrazo del sol de Noviembre, con esos campos verdes y marrones... Volveré a nacer hasta el invierno y pasearé por la playa desierta dejando que las olas me saluden mientras sigo soñando despierta. ... Y de nuevo Septiembre. Este nuevo septiembre voy a amarte... Voy a enredar tus noches y mis días, voy a abrazar tus sueños con mi vida. Este nuevo septiembre quiero mirarte mientras tocan tus dedos plateadas cuerdas y levantan el vuelo las notas nuevas.  Este nuevo septiembre quiero abrazarte y que sientas amor que estoy contigo que se asome el otoño en el camino... Cada nuevo septiembre, renovaré este amor que siento, renovaré ilusión en cada encuentro y volveré a ser de nuevo adolescente. Volveré a ser canción

Microrelatos: El teléfono y el Estudio de fotografia...

 El teléfono Le cegó la intensa luz que le llegaba de las viejas ventanas, esas que le ayudaron a mantenerse en el mundo real. Se incorporó y quedó sentado en el borde de la cama, los brazos a los lados, las manos sobre el colchón. Miró las camas de la habitación que compartía con otros reclusos, enfrentadas, como sus pensamientos, sus sentimientos, su alma y su cuerpo. En otro lugar sonaba un teléfono, miró el que tenía junto a la cama, aquel viejo aparato nunca hizo ni una sóla llamada de entrada ni de salida. Se levantó, dió unos pasos y se volvió a mirar, desde la distancia, aquel rincón de su última vida. Una vida plagada de locura, desengaños, de todo lo malo que había en su cabeza. Justo entonces, sonó el teléfono, una vez o dos.. no supo si en su mente. Texto y foto: Carmen Martagón © Estudio de fotografía Ana limpiaba a diario el estudio y lo dejaba perfecto para la sesión siguiente. Le sorprendió ver la cama y el ventilador, las sábanas revueltas

Sombras del Callejón

Cómo añoro el callejón que me llevaba a tu casa, aquel donde las sombras ocultaban los besos, aquel donde las piedras, testigos del encuentro, en las noches de amor cobijaban los sueños. Como añoro la tenue luz del farol de tu ventana, aquel que permitía el disfrute de miradas, aquel que me dejaba ver tu boca callada alumbrando en silencio las promesas habladas. Como añoro llevarte de la mano a tu casa y pararme en la calle y besarte en la cara y mirarme en tus ojos, abrazarte y amarte y decirte amor mío, te quiero con el alma. Cuantas veces mi amor he soñado contigo, con la luz del farol, con las piedras y el frío con ventanas y rejas, con palmas de Domingo con aquel callejón tan cerquita del río. Texto y foto: Carmen Martagón ©

Rodeados de agua

Rodeados de Agua... ¿Quien no se quedó alguna vez paralizado mirando el agua en cualquiera de sus manifestaciones a nuestro alrededor? Mirando al mar, una cascada, la fuente del pueblo...  Hay lugares llenos de magia porque están rodeados de agua y su sonido o su visión provocan calma en nuestros sentidos. Algunos de nuestros sentidos conectan con el agua: La vista:  ¿Has mirado largo rato el agua correr? ¿Te has parado a contemplar las olas romper en la orilla y retirarse una y otra vez?. El oido: ¿Te has parado a escuchar el sonido de las olas, el rumor de la corriente del río? Puedo cerrar los ojos y me llegan esos sonidos. Y el tacto: Es una sensación especial meter las manos o los pies en el mar para refrescarnos, un placer dejarla escapar entre los dedos. Muchas terapias de relajación se basan en el oido, el tacto o la visión del agua. Cuando pienso en el agua me imagino el mar y un lugar precioso en la Sierra de Huelva que también está unida a mi vida. Cada año subimos

Sentirse mar...

Me siento mar... ...tal vez, porque toda mi vida he podido sentir el calor de la arena bajo mis pies, el sabor salobre del agua o el olor de la brisa marina. Tal vez, porque nací cerca, muy cerca del mar, hay una conexión especial entre los dos. Sí, soy un poco mar.           Cuando me permito descansar en la orilla las musas llegan y me rodean, las olas me susurran un nuevo cuento y esa inmensidad azul me transforma. Cada instante puede ser inspirador: un paseo por la línea infinita de la costa, sentarme en la arena a mirar como llegan las olas, besan la orilla y se marchan. Me inspiran, esos momentos en los que puedo recoger las conchas que un día cobijaron vidas marinas, inventar historias sobre esas vidas, mirar como se esconden los cangrejos, disfrutar de la puesta de sol o jugar con las olas. Dulces momentos llenos de paz. Sí, definitivamente, soy un poco mar...   Y me siento un mar inmenso cuando estoy en la orilla, nunca fui marinero ni viajé con las olas, ni su