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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Suicida

Después de marcharse dirán que fue cobarde, pero ella decidió apagar la luz, dejándole a los suyos el fogonazo mágico de su sonrisa. Hablarán aquellos que piensan fue egoísta, aparecerán quienes la envíen al limbo, al purgatorio incomprensible de unos pocos. Decidió colocar su vida en el recuerdo, restándole dolor a las manos que siempre la acunaron, se llevó los abrazos que solo fueron suyos, las lágrimas pesadas tras cada decepción, el dolor alojado bajo las alas rotas. Como en la vieja canción, pide que nadie llore, y ha dejado, pinchado en la pared, un poema en inglés que aprendió de pequeña. Carmen Martagón ©

ZARZAL

No era de seda el vestido blanco de domingo ni el camisón de novia, era, ni la blanca enagua. No era de seda aquel batón que sirvió de abrigo que cobijaba el alma, bendecida en el agua. No fueron tan ciertos aquellos primeros pasos desconocido camino entre noches oscuras, tampoco fueron de amor los primeros abrazos, ni esas sonrisas que has vivido como una cura. Fue tu camino como intenso zarzal de espinas, duro de andar bajo el ardiente sol de la tarde, miedo en esa piel, llanto y dolor por cada esquina, y en las entrañas otro zarzal que también arde. Cerrar los ojos, pedir al viento nuevos aires, rojas Amapolas van sonriendo en las veredas, solos de amor, ritmos más  intensos, nuevos bailes, saltar los charcos, suena la lluvia en las aceras. Carmen Martagón © Foto: Rocío Escudero Alfonso ©

Amantes

Me has mirado, con la caricia de seda asomando a los dedos y he deseado disfrutar de tu abrazo, tras el muro invisible que separa la piel de los amantes. Muerdo la comisura de mis labios recordando los dulces instantes del encuentro, la suave brisa de tu aliento en el cuello, la ternura de tus manos, enredadas sin tiempo, entre las mías, ajenos a todas las miradas; inoportunas miradas que encierran   nuestro ser, en un lugar lejano, inoportunas miradas que nos arrastran a la clandestina alcoba del encuentro. Amantes nocturnos, oscura verdad que nos envuelve, oscuro manto de la noche que oculta un sentir que nos atrapa. Carmen Martagón ©

Interior

Elevarte del suelo apenas un palmo y mirar a la vida con hambre en los ojos, descubrir los colores, las sonrisas ajenas,  ese rayo de sol, que cargado de magia, atraviesa el cristal. Ir subiendo otro palmo, aprender los sonidos, los días de la semana, la canción de domingo que tararea el abuelo, el calor del regazo, el frío en las mañanas, las miradas ausentes que corren al pasar. Centímetro a centímetro se desata la vida,  crecer sin darte cuenta con los primeros pasos, necesarias caídas, imprescindibles manos te sujetan al mundo donde existe el abismo, tú, explorando el paisaje, ajena a las miradas que cambian con los años. Se despliegan las alas con el primer cuaderno, el olor de los libros y el inmenso lugar donde todo es distinto, ya son otras las manos, ya son otras las risas, son otras las paredes que cobijan tus días mientras sigues creciendo. Elevarte del suelo más allá de unos palmos, las lágrimas se quedan suspendidas al vien

Pecadora

Parpadeas, tratando de acomodar la visión en esta cegadora luz de la mañana. Tus ojos, acostumbrados al lento transcurrir de las horas nocturnas, se desperezan despacio; tiempo necesario para recuperar la cordura tras la locura indolente de los sueños. Quisieras seguir adormilada, en ese tiempo neutro donde no pasa nada, donde la línea de tiempo parece un horizonte plano y lejano. Dejarte caer en brazos de morfeo o abrazarte a la pereza, escapar de tanta realidad que te rodea, transformarte en irreal, invisible, etérea, volátil, sutil, vaporosa, voluble, invisible. Ser ese polvo que vaga suspendido en la luz, el rayo que se cuela por tus rendijas, ese que inicia un nuevo día, con el que despiertan todos los misterios. Despiertas, a sabiendas que siguen dormidas las ganas de seguir. Emoción, deseo, pasión, entusiasmo, fervor, efusión, devoción, palabras vacías de contenido ahí en el pecho. No se eriza la piel al recordar, solo es reflejo del frío que se instaló