descubrir los colores, las sonrisas ajenas,
ese rayo de sol, que cargado de magia, atraviesa el cristal.
Ir subiendo otro palmo, aprender los sonidos,
los días de la semana,
la canción de domingo que tararea el abuelo,
el calor del regazo, el frío en las mañanas,
las miradas ausentes que corren al pasar.
Centímetro a centímetro se desata la vida,
crecer sin darte cuenta con los primeros pasos,
necesarias caídas, imprescindibles manos te sujetan al mundo
donde existe el abismo,
tú, explorando el paisaje,
ajena a las miradas que cambian con los años.
Se despliegan las alas con el primer cuaderno,
el olor de los libros y el inmenso lugar donde todo es distinto,
ya son otras las manos, ya son otras las risas,
son otras las paredes que cobijan tus días mientras sigues creciendo.
Elevarte del suelo más allá de unos palmos,
las lágrimas se quedan suspendidas al viento cuando lloras con ganas,
no hay pañuelos que sequen las penas de los días,
ya no caen como lluvia las lágrimas al piso,
se quedan en los ojos aguantando la rabia
o aguardan en el alma un nuevo despertar.
Crecer es elevarse más allá de ti misma,
más allá de tu cuerpo, cerca de tu sonrisa,
crecer y hacerse grande sin que nadie perciba,
que en tu metro sesenta cabe un mundo interior.
Carmen Martagón ©
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