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Mostrando entradas de enero, 2022

VACÍOS

Quiero dejar mis vacíos sin nada que los alivie, que corra el aire a través de ellos, que jueguen en mis recovecos: la pena, la angustia y el miedo, que se recojan ahí, justo en ese rincón donde duele. Quiero dejar al aire mis ausencias, las miserias ajenas que me inundan, la mentira, la sonrisa hipócrita, la conveniencia, que viene cuando  nadie la llama,  donde ya no la espero no es bien recibida.  Quiero empezar a reconocerme en las líneas vacías de mi vida, en las sonrisas escondidas y en las miradas esquivas, aprender a ser casi feliz en la penumbra,  las noches son frías y a veces duelen.  Tengo que aprender a acurrucarme a solas.  ¿Quién dijo que llenar vacíos es imprescindible?  Carmen Martagón 

En la memoria

Guardará la memoria de los míos ese tiempo feliz de la presencia, las risas sin sentido, o el cielo azul en días de playa.  Guardarán las horas de abecedario mal aprendido, las cuentas de restar donde llevas más que traes, donde sumas lágrimas,  y multiplicas caricias de consuelo. Recordarán ese tiempo infinito de mi mano, los rayos de sol calentando la vida, los ladridos felices por el campo.  Quizás, rememoren instantes donde el agua atravesaba la montaña y llegaba a nuestras manos como espejo, la sierra, por febrero, que verdea,  en casitas blancas escondidas, donde adivinar el vivir del interior. Quizás nunca olviden mis palabras de aliento, el amor compartido al calor del hogar y del abrazo, la mano que empuja, la sonrisa que anima,  el consejo velado en confidencias.  Quizás, solo quizás, no olviden que les amé desde el alma,  como solo saben amar los que dan alas,  a quienes quieren emprender el vuelo.  Carmen Martagón ©

Calma

Parece que se ha calmado el viento, arreciaba en los ventanales del alma arrastrando el deseo, las ideas, los miedos,  llevándose, sin piedad, los sueños no cumplidos.  Hay una tensa calma rodeando mi tiempo, parece que el vendaval me da una tregua para recomponer mis pobres huesos,  que se quiebran ante el más leve soplo.  La fina lluvia, que apenas llega para aliviar la sequía,  parece un espejismo; regresan las pesadillas a incomodar el sueño,  sigo alerta,  como el faro que avisa a los marinos del peligro,  como las luces anaranjadas que recorren las ciudades,  bandera roja en todas mis orillas.  Estoy demasiado cansada para seguir despierta,  necesito cerrar los ojos un instante,  dejarme sentir en la oscuridad más absoluta.  Sentir el silencio entre miles de mensajes,  señales que reclaman, amenazan, incordian,  dejar de percibir, de recibir, asimilar, asumir,  para terminar rogando una tregua, mientras se calma el aguacero.  Carmen Martagón ©