Parece que se ha calmado el viento,
arreciaba en los ventanales del alma
arrastrando el deseo, las ideas, los miedos,
llevándose, sin piedad, los sueños no cumplidos.
Hay una tensa calma rodeando mi tiempo,
parece que el vendaval me da una tregua
para recomponer mis pobres huesos,
que se quiebran ante el más leve soplo.
La fina lluvia, que apenas llega para aliviar la sequía,
parece un espejismo;
regresan las pesadillas a incomodar el sueño,
sigo alerta,
como el faro que avisa a los marinos del peligro,
como las luces anaranjadas que recorren las ciudades,
bandera roja en todas mis orillas.
Estoy demasiado cansada para seguir despierta,
necesito cerrar los ojos un instante,
dejarme sentir en la oscuridad más absoluta.
Sentir el silencio entre miles de mensajes,
señales que reclaman, amenazan, incordian,
dejar de percibir, de recibir, asimilar, asumir,
para terminar rogando una tregua, mientras se calma el aguacero.
Carmen Martagón ©
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