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Mostrando entradas de agosto, 2021

Tus años

A ti, mujer de rostro serio y sonrisa franca, de manos surcadas de arrugas en el dorso y palmas suaves, caricias de vida. A tu vientre dador de auroras, acunador de madrugadas, rincón donde llorar las penas. A tus besos, sanadores de todas las heridas,  a tu mirada comprensiva y vigilante.  A ti, sostén de terremoto adolescente, andamio de cualquier desengaño, estructura de amor de mi familia, hormigón armado de cariño sin límites. Velar los años con ese mismo desvelo que ofreciste,  tomar tu brazo y caminar por la arena de una playa,  que las olas bañen nuestros sueños,  los tuyos y los míos; los de los nuestros: madre.  Carmen Martagón ©

Regreso

Mientras te olvido,  he podado los rosales que plantaste, he trasplantado las petunias y los hijos del áloe en una par de macetas de barro,  que yo misma escondí de mis recuerdos.  Mientras llega ese olvido, tan esperado, he sacudido el mantel, un día más, de esa forma tan mía, tan odiada por ti, tan criticada, y he oteado el horizonte de mi vida por si los días colocan en la mirada un nuevo comienzo. Mientras te olvido he recordado que me gusta el café hirviendo, sin leche y sin azúcar, amargo, como los últimos besos, las últimas palabras y el último abrazo, que se perdió en algún lugar del mar de esta distancia. Mientras te olvido, trato de recordar esa que fui, la que pintaba amaneceres en los versos, deshojaba margaritas sin tocarlas, rezaba el padre nuestro para espantar el miedo,  y se miraba en los charcos hasta reconocerse. Mientras llega el recuerdo de mi misma, he pintado amaneceres imaginarios, entre las blancas paredes de esta casa, algún arco iris en las camisetas del prim

No quiero

No avanza un paso este mundo, que sentimos tan avanzado, si a una sola persona se le impide evolucionar, por entenderla inferior. No quiero cerrar los ojos y verlas diluirse en un mundo plagado de armas, de hombres que odian, niños que odian, del odio que riega el aire viciado de un país en llamas. No quiero mirar hacia otro lado y conformarme con un puñado de peticiones a políticos que no harán nada, a dirigentes que solo esperan salir ganando, en una contienda donde solo ellas pierden. No quiero que el mundo de tantas mujeres, que sonríen como yo, lloran como yo, sienten como yo, se vuelva oscuro y desalmado, que las encierren en sus propios miedos, en cárceles de tela y cristal. No quiero dar un solo paso si ellas no se mueven, asomar a las calles si ellas no asoman, mostrar el alma, si ellas deben tenerla escondida bajo el yugo de unos cuantos llamados talibanes. No, no quiero, ni puedo...

MAÑANA

Mañana... A veces, no es suficiente mirar dentro,  hay que abrir bien los ojos  por si la humedad los empaña, por si la oscuridad los ciega, por si el paso de los años nos hizo olvidar quienes éramos. Fuimos niñas, alguna vez, con la conciencia blanca, el alma impecable y la cara lavada. Quisimos crecer,  nos empeñamos en hacer pasar los años de dos en dos, afianzamos el empeño en cumplir y cumplir,  hasta que se nos abrió el cuerpo  y nos brotó la savia.  Fuimos: madres, vecinas, maestras, hermanas, o enfermeras,  antes de cumplir la edad necesaria.  Nos habíamos empeñado en vivir con prisas, esperando subir al tren de la madurez,  sin haber abandonado los pañales.  Aprendimos a mirar alrededor, en ese entorno cercano donde unos pocos colores nos nublaron el gusto, y las ganas.  Rosa o azul, blanco o negro, oro o plata, quizás marfil. Nadie nos enseñó a otear el horizonte,  todo nuestro mundo estuvo al alcance de las manos: la sartén, la plancha, la fregona o el cajón de los calcetine