Hace poco he leído en algún lugar que los niños son la felicidad del mundo... ¿quién no sonríe cuando les ve jugar? ¿cómo no reírse cuando sueltan una sonora carcajada mostrando hasta la última muela?...
Los niños encuentran felicidad hasta en las condiciones más complicadas, disfrutan con las cosas más simples o lloran en las situaciones más inciertas... Pueden contagiarse entre ellos la alegría y el llanto, les gusta experimentar, imitan con facilidad, Pueden pasar horas jugando con arena o agua, su imaginación no conoce límites... Su inocencia es la mejor de las virtudes.
¿Por qué dejamos de ser niños si crecemos... ? ¿Por qué no nos quedamos con las mejores cualidades?...
Si podemos confesar que nos gusta la risa, que llorar no está tan mal si algo nos apena, que también nos gusta saltar en la arena o jugar con el agua, que hay cosas que preferimos imaginarnos, jugar a ser cantantes, actrices o policía, incluso a veces ladrones...
Me quedo con dar de comer a las palomas, montar en los columpios, saltar a la comba, dar vueltas con los ojos vendados en la gallinita ciega o jugar al corro cogidos de la mano. Me quedo con las risas contagiosas, el llanto sin lágrimas y los besos más tiernos. Me quedo con el alma de niña... Con la que siempre fui, con la que sigo siendo... Nos vemos en el Parque o en la calle, ¡¡¡me encontrarás seguro!!! Vente a los columpios...
Hoy te vi...
Jugabas con las palomas en el parque
con tu vestido rosa de domingo
con tu inocencia intacta
con tu risa de niña
solo contigo...
Hoy te vi...
En el mismo lugar cada semana
te observo desde mi ventana
lanzar migas de pan,
jugar sin más
solo contigo...
Hoy te vi...
Saltando y soñando despierta
jugando con tu risa inquieta
me alegra mirarte
juegas sin más
sólo contigo...
Texto y foto: Carmen Martagón ©
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