Añoramos abrazar sin tiempo,
reconocer la sonrisa en los rostros ajenos,
sentir el cuerpo y abandonarse al cosquilleo;
extrañamos el paseo, la cerveza al sol, sin miedo,
la sobremesa interminable cargada de anécdotas,
añoramos las risas, las carcajadas,
y el baile apretado aprovechando lo oscuro.
No nos acostumbramos al encierro, al miedo,
a preguntas interminables sin respuesta,
a la duda, la incertidumbre, la muerte acechando en cada esquina.
Aún nos sorprenden las noticias,
nos sobrecogen las historias de pérdidas familiares,
aunque todo parece ajeno, distante y fugaz.
Estamos deseando volver a la rutina,
viajes, trabajo, abrazos, risas,
dejamos pasar la vida en una búsqueda,
en lo que pudo haber sido y no fue,
en lo que nos han robado o prohibido.
Sentimos que el tiempo se ha detenido,
pero el segundero sigue su ritmo,
el tic tac no se detiene.
No entendemos que esto, también es vida,
el minutero se paraliza cuando dejamos de existir,
y solo es cuestión de un segundo.
Carmen Martagón ©
Fotografía: Rocío Escudero Alfonso ©
Cuando el tiempo duele hay alguien que se ha dormido para no despertar nunca más. Es el tránsito de la vida, pero un milagro ininteligible a pesar de la larga tradición y los pellizcos sufridos en el alma. Una bellísima forma de expresar ese dolor, Martagona.
ResponderEliminarUn abrazo.