Me gusta el café solo y sin azúcar, ver amanecer desde mi ventana, el verde de mis macetas, y la explosión de color cuando se llenan de flores, entrando la primavera.
Adoro la lluvia de otoño, pisar las hojas en las aceras y sentir la brisa fresca, que me envuelve por las mañanas, al abrir la ventana.
Me gusta la soledad elegida, esa que uso para escribir unas líneas, releer mis libros favoritos o emocionarme con una buena película. Me gusta el abrazo dulce de los míos y la calma de mis guerreros tras sus tempestades o las mías. Me gusta la compañía de mi amiga, la risa cómplice, el silencio que ayuda y ese sexto sentido que impulsa a la llamada.
Me gusta viajar, amanecer bajo otros cielos, escuchar el sonido de otras lenguas, me gusta París, Oporto, y tantos rincones pequeños que han recorrido mis pies.
Siento nostalgia al recordar el tacto suave de mi abuela, el color de sus ojos, su dulce sonrisa y sus palabras.
Me gusta la transparencia en el cristal, en la gente de a pie y en las almas puras de los niños.
Me gusta el olor a tierra mojada, el que desprenden la canela y el limón en la cocina y el aroma del té que hace mi madre.
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