Después de marcharse dirán que fue cobarde, pero ella decidió apagar la luz, dejándole a los suyos el fogonazo mágico de su sonrisa. Hablarán aquellos que piensan fue egoísta, aparecerán quienes la envíen al limbo, al purgatorio incomprensible de unos pocos. Decidió colocar su vida en el recuerdo, restándole dolor a las manos que siempre la acunaron, se llevó los abrazos que solo fueron suyos, las lágrimas pesadas tras cada decepción, el dolor alojado bajo las alas rotas. Como en la vieja canción, pide que nadie llore, y ha dejado, pinchado en la pared, un poema en inglés que aprendió de pequeña. Carmen Martagón ©
Herencias de mar, tierra, cielo, tiempo y sueños. Asómate a sentir... Palabras de mujer, nacidas de un puñado de vivencias. Directas desde mi corazón a tu corazón...