Ya antes había enseñado el Rosario, perteneció a mi bisabuela, que lo heredó de su madre. Mi bisabuela era María, la madre de Valentina. Casi doscientos años de unas cuentas de azabache, engarzados en un metal ya estropeado con los años. Mi abuela me lo entregó a mí.
Con el tiempo, me contó mi madre que la bisabuela no llegó a tiempo para ponerlo en las manos de Valentina, antes de su entierro. No era fácil cruzar la frontera en aquellos años de posguerra.
La historia de Valentina está entre los relatos de mi libro Equipajes sin Nombre.
Hace unos años escribí un poema para mi bisabuela María y ese rosario, aquí os lo dejo, junto a la frase elegida para la preciosa Exposición de Retratos de Rocio Escudero Alfonso @rocio.escuderoalfonso #porlaSangredeEva.
Rosario
Cuentas sin saldar pedidas a la vida,
retahíla aprendida,
cosida en la niñez a tus recuerdos.
Oscuras cuentas, engarzadas de fe, caen una a una,
sobre la falda gris del desconsuelo.
Cuentas el dolor,
mientras la letanía se enlaza entre tus manos
exponiendo, uno a uno, todos los misterios.
Cuentas los silencios, la distancia, los miedos,
los pasos desandados, el tiempo...
Surcan las arrugas tu frente de nácar,
la memoria frágil se enreda en los dedos.
Carmen Martagón ©
Con el tiempo, me contó mi madre que la bisabuela no llegó a tiempo para ponerlo en las manos de Valentina, antes de su entierro. No era fácil cruzar la frontera en aquellos años de posguerra.
La historia de Valentina está entre los relatos de mi libro Equipajes sin Nombre.
Hace unos años escribí un poema para mi bisabuela María y ese rosario, aquí os lo dejo, junto a la frase elegida para la preciosa Exposición de Retratos de Rocio Escudero Alfonso @rocio.escuderoalfonso #porlaSangredeEva.
Rosario
Cuentas sin saldar pedidas a la vida,
retahíla aprendida,
cosida en la niñez a tus recuerdos.
Oscuras cuentas, engarzadas de fe, caen una a una,
sobre la falda gris del desconsuelo.
Cuentas el dolor,
mientras la letanía se enlaza entre tus manos
exponiendo, uno a uno, todos los misterios.
Cuentas los silencios, la distancia, los miedos,
los pasos desandados, el tiempo...
Surcan las arrugas tu frente de nácar,
la memoria frágil se enreda en los dedos.
Carmen Martagón ©
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