en la fría tundra, alojada en el alma de los desvalidos.
El sopor se pega en la frente,
aprieta los ojos,
la bilis descompone el vientre,
como si las mariposas se hubieran revuelto,
buscando salida.
No encuentras calor
en la fría cama de los engañados.
Cortan la piel, como fino cristal,
las mentiras que se han instalado en los labios.
El dolor adosado al pecho obliga a respirar despacio,
como si cada gota de aliento devolviera la vida.
No encuentras calor en los helados brazos de los solitarios,
la piel se acostumbra a la ausencia,
tanto que, a veces, el olvido se apodera de ella,
ya no responde erizandose ante el inminente abrazo desconocido.
El anhelo dibujó una coraza,
la espera dejó gélido el cuero y lo convirtió en hierro.
¿Cómo devuelvo el calor a esas vidas, heladas tras los alambres de espino?
No hay acomodo en el corazón de los poderosos,
las frías monedas, lo han escarchado todo.
Carmen Martagón ©
¡Bravo! Por lo general me gusta quienes están del lado de los últimos, pero si además está bellamente escrito, todavía el gusto es más refinado. Enhorabuena, Martagona.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un abrazo grande.
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