Despertar a un cielo azul brillante,
la sombra de los árboles guian el sendero incierto,
pasos que te acercan al destino,
días de risas rememoran un tiempo lejano.
No llueve,
las gotas mojan las entrañas,
la ropa intacta ofrece una imagen distinta de ti,
la sonrisa es perfecta si nadie asoma.
Las contraventanas no muestran la oscuridad a la luz.
La tarde se vuelve rosácea al ocaso,
nunca has vestido de rosa,
siempre fuiste de colores oscuros,
el alma blanca, la risa primavera,
el corazón rufo, como la sangre,
las palabras anaranjadas de atardecer;
transparentes u opacas, según el destino.
No cesa la lluvia en tu interior,
miras al horizonte,
súplicas unas nubes que empapen el suelo,
que salpiquen la ropa;
disimular los surcos hasta la comisura,
ofrecer una sonrisa, será una meta impuesta.
El espejo no debe saber.
Carmen Martagón ©
la sombra de los árboles guian el sendero incierto,
pasos que te acercan al destino,
días de risas rememoran un tiempo lejano.
No llueve,
las gotas mojan las entrañas,
la ropa intacta ofrece una imagen distinta de ti,
la sonrisa es perfecta si nadie asoma.
Las contraventanas no muestran la oscuridad a la luz.
La tarde se vuelve rosácea al ocaso,
nunca has vestido de rosa,
siempre fuiste de colores oscuros,
el alma blanca, la risa primavera,
el corazón rufo, como la sangre,
las palabras anaranjadas de atardecer;
transparentes u opacas, según el destino.
No cesa la lluvia en tu interior,
miras al horizonte,
súplicas unas nubes que empapen el suelo,
que salpiquen la ropa;
disimular los surcos hasta la comisura,
ofrecer una sonrisa, será una meta impuesta.
El espejo no debe saber.
Carmen Martagón ©
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