Nacimos en otoño,
llevamos en la piel el ocre de las ciudades,
el oscuro manto que tejen las hojas entre la maleza,
el rubí del arce que se desnuda despacio, bajo el firmamento.
llevamos en la piel el ocre de las ciudades,
el oscuro manto que tejen las hojas entre la maleza,
el rubí del arce que se desnuda despacio, bajo el firmamento.
Somos apacibles,
como la tibia sensación del sol entre las nubes,
la mullida almohada que abarcas en la siesta
o la sonrisa impecable de los niños tras las velas.
Hemos aprendido a ceder,
le damos paso a los días invernales
recolocando las hojas del calendario.
Templamos los nervios
ante las injusticias que parecen imposibles,
damos paso a la escucha, al silencio, al respeto.
Y somos la calma que llega tras la tormenta,
esa que esperarás con impaciencia,
la ansiada paz que nos hace mirar el cielo con emoción y miedo.
Nacimos al calor de Octubre,
bajo unos tibios rayos de sol nos alumbró la vida.
Carmen Martagón ©
como la tibia sensación del sol entre las nubes,
la mullida almohada que abarcas en la siesta
o la sonrisa impecable de los niños tras las velas.
Hemos aprendido a ceder,
le damos paso a los días invernales
recolocando las hojas del calendario.
Templamos los nervios
ante las injusticias que parecen imposibles,
damos paso a la escucha, al silencio, al respeto.
Y somos la calma que llega tras la tormenta,
esa que esperarás con impaciencia,
la ansiada paz que nos hace mirar el cielo con emoción y miedo.
Nacimos al calor de Octubre,
bajo unos tibios rayos de sol nos alumbró la vida.
Carmen Martagón ©
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