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Mamá

        
            Ana observaba embelesada el fuego de la chimenea. Desvió la mirada despacio hasta posarla, uno por uno, en quienes le acompañaban a la mesa. Todos charlaban animadamente. Los platos ya vacíos tras la deliciosa cena. Las copas aún llenas servían para animar la conversación. Buscó a su madre pero, una vez más, no la encontró. Mamá debía estar en la cocina, ya se sabe que las madres siempre son las últimas que se sientan y las primeras en levantarse, especialmente en las cenas navideñas. Apuró su copa de agua decidida a buscarla, cuando se percató de que las luces del resto de la casa estaban apagadas. Mamá no podía estar en la cocina a oscuras. 

          —¡Mamá!—dijo alzando la voz.

            Todos se volvieron a mirarla. Aquellas expresiones tristes en sus rostros y sus bocas tratando de esbozar una sonrisa tierna, le hicieron temer cuáles podían ser las razones por las que su madre no estaba allí. ¿Qué había sucedido? No podía recordar nada.

          —Ana, corazón, no has probado bocado. Si sigues empeñada en no comer el doctor va a tener que tomar medidas drásticas. Venga, una cucharada... —dijo una chica joven que se colocó en cuclillas a su lado.

           La Residencia de ancianos "La Dehesa" contaba con un gran equipo de profesionales. En Navidad, las auxiliares acompañaban a los ancianos en las cenas, para hacerles sentir parte de una gran familia.

Carmen Martagón ©

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CANELA EN RAMA

"Canelita en rama eres mi niña bonita..".  Aquella tarde le vino a la memoria esa frase tan escuchada cuando pequeña. Estaba preparando un arroz con leche para sus nietos y había puesto los ingredientes sobre la mesa. El limón para echar la corteza en la leche, la canela en rama y el azúcar... De pequeña no sabia que significaba aquella frase que su abuela le decía, cada vez que preparaba arroz con leche o torrijas y usaba la canela como ingrediente. Ella siempre quería ser quien alcanzara, en la alacena de la cocina de su abuela, el bote de cerámica donde se guardaba la canela en rama. Para hacerlo se subía en la silla verde lacada, con finas patas de aluminio que parecía iban a romperse al sentarse, y se empinaba para llegar a él, siempre bajo la atenta mirada de la abuela. Cuando conseguía abrir el bote le pasaba las ramas de canela y su abuela repetía la frase acariciando su mejilla. - ¿ Qué significa eres canelita en rama mamá?.- Preguntó un día a ...

Pertenencia

Nada nos pertenece,  ni en la vida, ni en la muerte.  Somos efímeros: gota de agua,  flor cortada,  hierba de otoño,  hojas caducas,  viento del este.  Nos han prestado este tiempo indefinido,  no sabemos cómo ni #por qué, ni sabemos cuánto ni cuándo,  y nos pasamos las horas, los minutos, los segundos: airadas, ansiosos, expectantes,  somnolientas, celosos, aburridas,  impacientes, violentos, recelosas…  se nos pasan los instantes sin poder respirar o inhalando a contratiempo.  Nada nos pertenece, ni nuestra propia existencia,  estamos aquí  viviendo ausentes,  olvidando esas pequeñas cosas  que deberían importarnos de verdad.  Carmen Martagón 

EXTRAÑARTE

Nos adelantó la #muerte por la izquierda,  no la vimos llegar aún presintiéndola,  nos dejó sin palabras, sin el abrazo suave al despedirnos,  sin ese tiempo justo y necesario donde dejarte ir,  para extrañarte.  No se quien inventó la “ley de vida” ni que ley viene a negarme tu presencia,  un tiempo más, algunos pocos años,  hubieran sido pocos en mis días. Sigo llorando al paso de los años  sigo extrañando ser, estar y haber estado,  no me acostumbro a este silencio de tu muerte,  ni a este llamarte a gritos de mi vida.  Carmen Martagón