Cada hoja una lágrima,
ramas cargadas de pesares ajenos,
la savia recorre su tronco,
enviando al aire suspiros y sueños.
Cada atardecer despierta un recuerdo,
los pasos livianos de los caminantes,
esos corazones que traen sus anhelos,
los enamorados, los que nunca amaron,
las almas errantes buscando otros cielos.
Marisma y edén, colores que laten,
lágrimas al viento que sopla en la tarde,
la tierra de todos, el cielo de nadie,
se juntan y sueñan con inmensidades
y en el viejo árbol parecen quedarse.
Te hablaré de mí antes de marcharme,
te contaré un cuento para que te calmes,
te dejo las lágrimas que ya no me salen,
las que te han cubierto de amor cada tarde,
te dejo mi tiempo, colgado en el aire.
Texto y foto: Carmen Martagón ©
los pasos livianos de los caminantes,
esos corazones que traen sus anhelos,
los enamorados, los que nunca amaron,
las almas errantes buscando otros cielos.
Marisma y edén, colores que laten,
lágrimas al viento que sopla en la tarde,
la tierra de todos, el cielo de nadie,
se juntan y sueñan con inmensidades
y en el viejo árbol parecen quedarse.
Te hablaré de mí antes de marcharme,
te contaré un cuento para que te calmes,
te dejo las lágrimas que ya no me salen,
las que te han cubierto de amor cada tarde,
te dejo mi tiempo, colgado en el aire.
Texto y foto: Carmen Martagón ©
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