Un Domingo cualquiera, cuando amanece,
cuando el sol acaricia el rocío en la mañana,
y las flores dormidas se van despertando,
me asomo a la ventana de tu dulce caricia,
no quiero despertarme si es que estoy soñando.
Los besos más dulces se pierden en mi boca,
las caricias más tiernas se funden en mi espalda,
como funde la hoguera la robusta madera
y el sol funde la nieve que trajo la nevada.
Carmen Martagón
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