en #gente insomne,
de aromas de café recién hecho, tostadas quemadas
o jabón de rosas de una ducha rápida.
Los días se componen de sonrisas tiernas, llantos inocentes,
llovizna de otoño,
frío de invierno,
tiempo casi helado, que transforma en vaho la vida diaria.
Los días se vienen, entre instantes felices que dibujan sueños,
en momentos de duelo donde el llanto desborda,
o entre besos furtivos en pasillos a oscuras.
Los días son largos cuando el tedio te aprieta, la soledad te invade, cuando sobra la espera,
o se acortan indolentes, en instantes de gloria,
en felices recuerdos, en tristes despedidas de las que ya reniegas.
Los días no son tuyos, ni míos, ni nuestros,
no puedes acortarlos, ni alargarlos al tiempo,
se componen de risas y refugios de llanto,
de grandes huracanes, soles de primavera,
ventanales de lluvia donde duerme el otoño.
Los días son grises, o vienen a mostrarte
una extensa paletas de colores:
el verde de la hierba en el campus, el azul impoluto del cielo sin nubes,
el anaranjado del atardecer,
el malva de los amaneceres,
el plácido amarillo que dibuja el sol entre tormentas.
Los días que hemos dibujado tantas veces,
en la memoria de tiempos felices, sobre una servilleta de papel en el bar de la esquina,
en las hojas en blanco de la agenda incompleta,
o la escayola de ese brazo roto que te arruinó la fiesta.
Los días se van, tal como los suspiros,
y ya no vuelven.
Carmen Martagón ©
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