He vivido
con la ciega venda de la justicia sobre los ojos,
con la inocencia cubriendo la claridad de mi mente,
mientras otros se reían, divertidos,
de esta forma de ser.
He vivido,
alejada de egos incompletos,
de epitafios en cementerios vacíos de cordura,
escaleras de caracol que no llevan a ninguna parte,
cristaleras opacas dónde pedir limosna.
Desperté,
y he dejado la venda sobre mis ojos,
me mantengo a oscuras,
para andar jugando al escondite con los sueños;
he usado alcohol,
tratando de limpiar las heridas de las risas ajenas,
y me he acurrucado en el vientre soleado de mi madre,
a salvo de todas las miradas.
Carmen Martagón ©
con la ciega venda de la justicia sobre los ojos,
con la inocencia cubriendo la claridad de mi mente,
mientras otros se reían, divertidos,
de esta forma de ser.
He vivido,
alejada de egos incompletos,
de epitafios en cementerios vacíos de cordura,
escaleras de caracol que no llevan a ninguna parte,
cristaleras opacas dónde pedir limosna.
Desperté,
y he dejado la venda sobre mis ojos,
me mantengo a oscuras,
para andar jugando al escondite con los sueños;
he usado alcohol,
tratando de limpiar las heridas de las risas ajenas,
y me he acurrucado en el vientre soleado de mi madre,
a salvo de todas las miradas.
Carmen Martagón ©
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