Hemos perdido el miedo a la rutina,
nos acurrucamos como niños
entre las mantas del viejo sofá.
A ratos, un par de miradas sin mediar palabra,
solo saber que estamos,
evitar a la memoria el esfuerzo de recordar la forma de tu boca,
la nívea claridad de tus canas asomando entre los rizos,
donde se enredan mis dedos todavía.
nos acurrucamos como niños
entre las mantas del viejo sofá.
A ratos, un par de miradas sin mediar palabra,
solo saber que estamos,
evitar a la memoria el esfuerzo de recordar la forma de tu boca,
la nívea claridad de tus canas asomando entre los rizos,
donde se enredan mis dedos todavía.
Hemos aprendido a entrelazar los pies,
a unir nuestras piernas mientras nos rinde el sueño;
nudos corredizos, bajo la levedad del plumón de invierno.
Mi cabeza en el hueco de tu pecho,
tu brazo que rodea mis huesos,
las palabras de amor antes de dormir,
esas que mecen los días difíciles,
la sonrisa, el mejor remedio de todos los males.
En el sueño, no somos más que el calor de los cuerpos
desafiando al invierno y la costumbre.
Carmen Martagón ©
a unir nuestras piernas mientras nos rinde el sueño;
nudos corredizos, bajo la levedad del plumón de invierno.
Mi cabeza en el hueco de tu pecho,
tu brazo que rodea mis huesos,
las palabras de amor antes de dormir,
esas que mecen los días difíciles,
la sonrisa, el mejor remedio de todos los males.
En el sueño, no somos más que el calor de los cuerpos
desafiando al invierno y la costumbre.
Carmen Martagón ©
El calor de dos cuerpos, desafiando al invierno y la costumbre.
ResponderEliminarBellísimo amiga, te quiero.