Me reconozco,
en la mirada de miel frente al espejo,
en las líneas de expresión junto a mi boca,
en los hilos plateados de mis sienes
y en en el desorden de mi sonrisa blanca.
Me reconozco aquí, en el vientre abultado,
curvado y roto por la vida ofrecida,
en la piel curtida mientras corre el tiempo,
las anchas caderas que abrieron el paso
a los hijos de pecho que ya llegaron.
Me reconozco,
bajo esta tibia piel que apenas recubre,
éstos, mis senos que caen sin gravedades,
tanta piel curtida al sol de mis recuerdos,
marcada en el dolor de muchos abrazos,
de los amantes muertos que ya no vuelven,
de los amores que viven en mis sueños.
Bajo esta piel todavía te reconozco
en tus juegos hermosos de niña alegre,
en esa timidez tuya adolescente,
en la emoción de ser madre primeriza
o en ese llanto tras el miedo a perderte
por el laberinto que esconde la vida.
Carmen Martagón ©
Foto: Rocío Escudero ©
curvado y roto por la vida ofrecida,
en la piel curtida mientras corre el tiempo,
las anchas caderas que abrieron el paso
a los hijos de pecho que ya llegaron.
Me reconozco,
bajo esta tibia piel que apenas recubre,
éstos, mis senos que caen sin gravedades,
tanta piel curtida al sol de mis recuerdos,
marcada en el dolor de muchos abrazos,
de los amantes muertos que ya no vuelven,
de los amores que viven en mis sueños.
Bajo esta piel todavía te reconozco
en tus juegos hermosos de niña alegre,
en esa timidez tuya adolescente,
en la emoción de ser madre primeriza
o en ese llanto tras el miedo a perderte
por el laberinto que esconde la vida.
Carmen Martagón ©
Foto: Rocío Escudero ©
Comentarios
Publicar un comentario