Para todos aquellos a los que las manos malvadas le roban la inocencia...
Y le manchaba los dedos de harina al entregarle el paquete, se miraban
sin hablar, apenas una sonrisa forzada escapaba de la boca del prior.
Asomar a la cocina del convento y ver al padre Ángel, era la obligación
de Fermín todos los viernes.
Después, sentado a solas en el campanario, se miraba las manos manchadas
y tras limpiarse la harina en el babi, desenvolvía lentamente la cajita
blanca, con los huesos de santo que tanto le gustaban.
Mientras el tierno mazapán blanco se derretía en su boca, iba leyendo la nota que le indicaba dónde acudir esa semana, para colmar los deseos de su mentor. Una nueva mancha de pecado en su alma de niño.
Carmen Martagón ©
Mientras el tierno mazapán blanco se derretía en su boca, iba leyendo la nota que le indicaba dónde acudir esa semana, para colmar los deseos de su mentor. Una nueva mancha de pecado en su alma de niño.
Carmen Martagón ©
Carmen un relato con un gran título y una historia dura, pero real, escrita con mucho sentimiento.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Besitos.
Gracias amigo. Un tema realmente delicado. Besitos
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