¿Y a tí qué te contaban los cuentos? ¿Cuántos de aquellos cuentos reconoces en esta reflexión? ¿Tu preferido?
Aquí os dejo esta reflexión de...
Cuentos
Los cuentos infantiles me enseñaron que hay amores frágiles como el cristal, difíciles de digerir como una manzana, dulces como una casita de chocolate o aquellos en los que peligra tu vida si vas de rojo.
En ellos, también aprendí que no es bueno tratar de buscar respuestas en el espejo, nunca debes cambiar la vida entera sólo por amor y que la mentira, además de hacer que te crezca la nariz, te hace entrar en una tormenta y aparecer en el lugar más insospechado.
Y ahora pensando en los. cuentos reflexiono: los ratones debían seguir al flautista más por aquello de: ¿Dónde va Vicente? que por la música en sí misma. Por otra parte, si el "genio" sale de la lámpara igual que me sale a mí, seguro que no le quedan ganas de pedir un deseo a quien esté delante.
Pero también me hacen recordar que nunca quise ser la princesa feliz con ese señor de azul, ni esa otra, tan estupenda, que se queda dormida después de limpiar la casa de los enanitos. Yo siempre he sido más fan de la madrastra, tal vez porque se lo pasa mejor, aunque no la despierte el principe de un sueño eterno. A mí que me deje dormir...
Continuará...
Carmen Martagón ©
Los cuentos infantiles me enseñaron que hay amores frágiles como el cristal, difíciles de digerir como una manzana, dulces como una casita de chocolate o aquellos en los que peligra tu vida si vas de rojo.
En ellos, también aprendí que no es bueno tratar de buscar respuestas en el espejo, nunca debes cambiar la vida entera sólo por amor y que la mentira, además de hacer que te crezca la nariz, te hace entrar en una tormenta y aparecer en el lugar más insospechado.
Y ahora pensando en los. cuentos reflexiono: los ratones debían seguir al flautista más por aquello de: ¿Dónde va Vicente? que por la música en sí misma. Por otra parte, si el "genio" sale de la lámpara igual que me sale a mí, seguro que no le quedan ganas de pedir un deseo a quien esté delante.
Pero también me hacen recordar que nunca quise ser la princesa feliz con ese señor de azul, ni esa otra, tan estupenda, que se queda dormida después de limpiar la casa de los enanitos. Yo siempre he sido más fan de la madrastra, tal vez porque se lo pasa mejor, aunque no la despierte el principe de un sueño eterno. A mí que me deje dormir...
Continuará...
Carmen Martagón ©
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