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Al ritmo de unas campanitas


Desconozco si perdí la fe en algún tramo del camino,
pero fueron los pasos en la arena,
el sudor y el andar del peregrino,
los que me devolvieron a mí misma,
ésta que soy, que seré y que siempre he sido.

Se pegaron los rezos a mi alma
como se pega el polvo al caminante,
las vivencias de los que nunca paran,
el silencio de tantas promesas
y el sonido de aquellas campanas.

Llevo grabado en la piel el ritmo de mis pasos,
las lágrimas que no derramé,
las fuerzas que me estaban faltando,
el amor de la gente de fe
que llora y reza mientras va caminando.

Este año vuelvo a ser una más
pegada a la carreta de plata,
sin nombre, sin tiempo, sin lugar,
una más sufriendo al caminar
el ritmo que el corazón acompasa.

Carmen Martagón ©

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