Ir al contenido principal

Sin destino

      

     











        Era una tarde cualquiera de Abril en París, estaba tan feliz con mi nuevo trabajo que me dediqué a saltar bajo la lluvia y a ponerme perdido entre los charcos. Nunca había saltado tanto, ni tan alto, parecía un bailarín entrando en escena en el Teatro de la Ópera. 

        Después de dar un par de saltos y varias vueltas me fijé en la pareja que se besaba bajo la lluvia. Me vino a la memoria la primera vez que nos vimos, allí, cerca de los Campos Elíseos. Tú vendías periódicos en un lugar cercano, yo trabajaba en una imprenta en la otra punta de la ciudad. Nos habíamos visto varias veces en aquel café, yo sabía que me mirabas y tú sabías que te miraba. Casi diluviaba y la lluvia te calaba hasta los huesos, aceleré el paso y te cubrí con mi paraguas, me miraste asustado y después sonreíste, con aquella sonrisa maravillosa que llenó mi mundo durante quince años. El viento fuerte dobló el paraguas y nos dejó sin protección a los dos. Aquél día supe que te amaría el resto de mi vida, por encima de ideas, clases, convencionalismos sociales. Supe que te amaría saltando todos los rancios cánones sexuales, la moral, el pudor o las buenas costumbres de aquel tiempo. 

        Por aquel entonces teníamos apenas veinte años... Dos hombres sin destino, bajo una lluvia que se llevaba todos los miedos y todas las tristezas. 

        Me acerqué a ellos para darles mi paraguas y felicitarles con una sonrisa, pero pensé que serían más felices bajo la lluvia, con aquel paraguas roto, como lo fuimos nosotros aquella tarde y muchas otras tardes... 

Texto: Carmen Martagón ©

Comentarios

  1. Bendita lluvia que venció los intrínsecos obstáculos de una amor racional,...sin importar lo convencionalismos de la época.
    Un buen relato Carmen, así era y serán los amores incondicionales.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias... Así creo yo que deberían ser los amores. Abrazos grandes.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Silencio

 Silencio  “Se bebe té para olvidar el ruido del mundo”. T’ien Yiheng. Silencio  Hay demasiado ruido alrededor,  ruido innecesario y perturbador que te aleja de ti misma,  necesitas instantes donde encontrarte, instantes para buscar el silencio mientras escondes el grito atronador del dolor.  Hay demasiadas voces a la vez  te dicen si puedes o no, si estás o no, lo que debes hacer cada minuto.  Hay demasiadas voces de este mundo,  dejando mudo el pensamiento, atacando cada palabra no dicha, tratando de ocupar todo tu ser. Naciste más cerca del silencio, tu llanto de entonces ya no se recuerda, y ahora necesitas beberte a sorbos el ruido  y que todo esté mudo y callado, para pensarte y sentirte, para que nadie más te sienta.  Necesitas quedarte ausente algún tiempo, mientras los gritos se apaciguan  mientras el dolor se diluye en una taza de dulzura, en unas gotas de ausencia, en una leve sonrisa… o en un ritual que nadie entiende; como tu silencio… Carmen Martagón  #silencio  #ritualde

CANELA EN RAMA

"Canelita en rama eres mi niña bonita..".  Aquella tarde le vino a la memoria esa frase tan escuchada cuando pequeña. Estaba preparando un arroz con leche para sus nietos y había puesto los ingredientes sobre la mesa. El limón para echar la corteza en la leche, la canela en rama y el azúcar... De pequeña no sabia que significaba aquella frase que su abuela le decía, cada vez que preparaba arroz con leche o torrijas y usaba la canela como ingrediente. Ella siempre quería ser quien alcanzara, en la alacena de la cocina de su abuela, el bote de cerámica donde se guardaba la canela en rama. Para hacerlo se subía en la silla verde lacada, con finas patas de aluminio que parecía iban a romperse al sentarse, y se empinaba para llegar a él, siempre bajo la atenta mirada de la abuela. Cuando conseguía abrir el bote le pasaba las ramas de canela y su abuela repetía la frase acariciando su mejilla. - ¿ Qué significa eres canelita en rama mamá?.- Preguntó un día a

Tinieblas

Escribo desde el mismo corazón de las tinieblas, donde el tiempo parece detenido, escribo tras la oscura soledad de este destierro, intentando alinear despacio las palabras; mientras mi mente desordena el verbo siento un vendaval de emociones en el vientre, se desespera el sentir y escribo... Suena el tic tac imaginario en el reloj ausente, vuelan alrededor las almas perdidas, ocultas de todo,  entre las paredes blancas que me atrapan. No sé quién soy, aquí no tengo nombre, ni título, ni aval que me sostenga, no tengo que rendir cuentas más que a mi propio infierno, convertida en ojo vigilante obligada a espantar a la muerte; escribo... La letra me mantiene en el mundo de los vivos, afuera llueve a carcajadas, el tiempo se ríe de mí, el cielo tiene el mismo color gris plomizo que mis entrañas, añoro la luz cegadora del sol atravesando la arboleda, no existe imagen más simple para atarme en el lado de los cuerdos. Las letras, que me sacan de esta cruda realidad, son aliadas de la demenc