No estás muerta, mujer,
vives en cada una de nuestras costillas,
en los pechos abiertos en canal
y en el vientre preñado de ausencias.
No estás muerta, mujer,
resucitas en las pinceladas de tus cuadros,
en las coronas de flores que revisten pensamientos
y en la mirada de tantas mujeres empoderadas.
No te fuiste, te sentimos diluida en nuestra sangre,
latiendo en los corazones dormidos,
dibujando a sorbos las madrugadas,
reposando el desamor entre Tamales.
Tu trazo de dolor lo hicimos nuestro,
como el vuelo de tu falda,
los colores de la risa,
la punzada de amargor en el costado,
o el pincel que plasmaba locura
sobre el lienzo gris de las horas tristes.
Quisiste ser luz de luna para alumbrar pesadas madrugadas
y acompañar noches de amor o desencuentro.
Quisiste ser luz de luna y ofrecer claridad a la vida en penumbra,
poner un poco de pasión en los días de nadie,
en la lenta soledad que se apodera del cuerpo
y despide al alma cuando muere.
Tú, delicada taza de porcelana entre las manos,
te convertiste en el aroma del té que remoja los labios,
en el delicado sabor a miel, del momento a solas,
con el pensamiento lejos del presente.
No te has ido, Frida,
te reconozco en el viento,
en los rayos y truenos de la tormenta,
sobre la claridad de las nubes de otoño,
en las mansas aguas de cualquier riachuelo,
o en el corazón rebelde de las causas encontradas.
No te has ido, Frida,
cómo no marchó el dolor ni la nostalgia
que amenazaban con limitar tu tiempo.
Tu tiempo, el que te hizo inmortal hasta en la muerte.
Carmen Martagón
Leído en el Festival Internacional de Poesía homenaje a Frida Kahlo
En Riotinto, 2021
Me hubiera encantado oírtelo en Río Tinto, donde fui invitado, pero no pudo ser.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Muchas gracias. Hubiera sido estupendo encontrarte por mi tierra y darnos ese abrazo tan esperado. Te envío uno desde aquí.
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