... Herencias de mar y sueños

Regresar paso a paso entre la piedras, con el ánimo quebrado y la mirada ausente, sollozar en cada parada, mientras el cauce, de estas lágrimas que no me pertenecen, se empeña en reabrir la linde de la cordura. Siento el reflejo del sol en mis ropajes, gastada la piel con cada intento, no me queda ánimo y, sin embargo, aún mantengo las fuerzas; será que me fundieron con la negra sangre de otras brujas, oscuras mujeres marcadas por la mirada de algunos inquisidores.  Regresar paso a paso, con la mirada puesta en otros horizontes,  sin voltear atrás, ni al costado,  con los ojos abiertos, por si el tiempo,  por si la vida, por si la muerte,  por si vuelvo a ser yo en algún tramo de este vivir a disgusto.  Se refleja la luna en todos los espejos,  en los escaparates, hasta en los charcos que va dejando la lluvia que me acompaña al pasar.  No me detengo, por si la pena, por si la alegría,  por si el sueño se queda conmigo y me saca una sonrisa....

Mirar la vida tras los arañazos de una gruesa tela, dejar de sentir todo aquello que atraviesa el alma,  vivir sin vivir,  vivir sin soñar,  soñar tras los barrotes de una vieja condena,  la condena de ser el peor de los pecados,  a los ojos del hombre.  Mirar la vida a través del "tapaluz" de todas las ventanas,  dejar de sonreír, coquetear o sentir la mirada del otro, de la otra; vivir sin conocer,  sin aprender,  soñar tras los barrotes de la peor de las cárceles  la cárcel que, aun sin puertas,  se cierra a cal y canto frente al alma.  Mirar la vida desde la más profunda ignorancia,  luchar contra el cruel enemigo del pensamiento,  del saber, del sentir, de la libertad para ser mujer.  Soñar tras los barrotes de un viejo resquemor y,  morir bajo las aguas del río carmesí inundado por la sangre de todas las Evas.  Carmen Martagón Enrique ©