No tengo otra herencia que dejar más que un puñado de besos, algunos abrazos apretados, una vida de sonrisas, y todas las miradas de amor lanzadas en este aprendizaje materno. No tengo bienes que provoquen envidia o rencor entre personajes propios y ajenos, el correr de los días mantuvo a salvo del embargo el amor que nace en las entrañas, la palabra amable, la caricia presta, o la mirada vigilante que nunca se extingue. No voy a dejar nada en este mundo que no tenga que ver con mi presencia, unos versos y relatos, un libro, unos hijos, —carne de mi carne—, algún árbol, plantado en la memoria de mi infancia, y unas pocas plantas, agradecidas, que me han acompañado en este intento de vivir despacio. Mi mejor herencia haber vivido con la honestidad enredada en las manos, con la mirada limpia e inocente, con la sonrisa nueva al despertar o el abrazo placentero hacia los míos. No tengo legado más valioso que un puñado de palabras de aliento, el silencio de la escucha atenta, y e
Herencias de mar, tierra, cielo, tiempo y sueños. Asómate a sentir... Palabras de mujer, nacidas de un puñado de vivencias. Directas desde mi corazón a tu corazón...