cerrar la boca,
mirar sin ver,
tratar de ver sin atreverse a mirar,
hablar sin encontrar palabras.
Morir a solas,
llorar a solas,
velar la sombra,
sombras veladas entre paredes blancas,
sollozar sin encontrar lágrimas.
No hay luto en el mundo para el dolor,
ni todos los crespones
ni todos los himnos,
ni todos los salmos, cánticos y rezos, devolverán la paz a las almas errantes
a las que la muerte pilló desprevenidas.
Se suceden los nubarrones en las cabezas,
el dolor se ha apoderado del mundo,
de las casas, de los padres, las madres, hermanas, hijos;
el dolor se ha apoderado del tiempo,
el miedo se adueñó de los días,
de los pasos, los besos, las caricias,
hasta de la respiración entrecortada de los amantes.
Dime que no he de convertirme en peor persona,
que seguiré siendo la misma imperfecta
en esta normalidad absurda que, algunos, han inventado.
Carmen Martagón
No. No hay tal normalidad, aunque algunos se empeñen en hacernos aprender la letra con música. Falso. No. Esto no es la normalidad.
ResponderEliminarUn abrazo.