No creo en el tiempo perdido, ni en los enemigos, ni en que la gente deje de importarnos cuando se alejan.
No creo en promesas, ni en el infierno, ni en otro cielo más que el que veo. El cielo azul de días despejados, el que se vuelve naranja en los atardeceres o luce gris en las largas tormentas.
No creo en la suerte, ni la buena ni la mala, quizás en el destino que nos va trayendo momentos, personas o situaciones.
No creo en esa parte de la iglesia que acumula riqueza, que abusa de menores, que dicta las normas de lo bueno y lo malo. No creo en el pecado, ni el castigo divino, tampoco en el castigo, de quienes se dicen humanos, contra los inocentes, los desvalidos, los que no pueden defenderse.
No creo en los cargos o títulos nobiliarios, ni en la sangre azul de la realeza, ni en las altas esferas. La única esfera, de la que estoy segura, es mal llamada planeta, y nos hace rodar sin que nos demos cuenta.
No creo en el amor que no te reconforta, que no llena la vida, que no deja el regusto de los dulces momentos. No creo en la amistad que no es fruto del tiempo, que no aguanta distancias, ni soporta momentos de malos a peores.
No creo en otra magia que la de los humanos, la que transforma en risas los momentos más tiernos, la que lleva al abrazo, la que mira el regalo como si fuera el mundo metido en una caja, y envuelto entre papeles.
"No importa si le llaman Reyes Magos o pajes,
no me importa si abuelos, tíos, primos, o madres.
La magia es la aventura de buscar la alegría,
el sueño de los niños,
la ausencia de cordura,
y aun en la noche fría,
esperar unas manos
que terminen su magia,
en cuanto asome el día".
Carmen Martagón
No creo en promesas, ni en el infierno, ni en otro cielo más que el que veo. El cielo azul de días despejados, el que se vuelve naranja en los atardeceres o luce gris en las largas tormentas.
No creo en la suerte, ni la buena ni la mala, quizás en el destino que nos va trayendo momentos, personas o situaciones.
No creo en esa parte de la iglesia que acumula riqueza, que abusa de menores, que dicta las normas de lo bueno y lo malo. No creo en el pecado, ni el castigo divino, tampoco en el castigo, de quienes se dicen humanos, contra los inocentes, los desvalidos, los que no pueden defenderse.
No creo en los cargos o títulos nobiliarios, ni en la sangre azul de la realeza, ni en las altas esferas. La única esfera, de la que estoy segura, es mal llamada planeta, y nos hace rodar sin que nos demos cuenta.
No creo en el amor que no te reconforta, que no llena la vida, que no deja el regusto de los dulces momentos. No creo en la amistad que no es fruto del tiempo, que no aguanta distancias, ni soporta momentos de malos a peores.
No creo en otra magia que la de los humanos, la que transforma en risas los momentos más tiernos, la que lleva al abrazo, la que mira el regalo como si fuera el mundo metido en una caja, y envuelto entre papeles.
"No importa si le llaman Reyes Magos o pajes,
no me importa si abuelos, tíos, primos, o madres.
La magia es la aventura de buscar la alegría,
el sueño de los niños,
la ausencia de cordura,
y aun en la noche fría,
esperar unas manos
que terminen su magia,
en cuanto asome el día".
Carmen Martagón
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