La brisa secreta de este amor
llegó como un huracán,
arrancando pasiones no correspondidas.
Gritamos a los vientos que amamos,
susurramos a la luna el pecado original
entregando a las olas nuestros cuerpos,
en esta marea que nos arrastra.
Tú, mi veneno,
sueño carnal, en noches estivales,
rompes el sentir helado de esta piel
que se abandona al calor de tus manos,
y termina en la maraña de un amor intenso.
Tú, mi pecado; vida y muerte,
blanco y negro, cielo e infierno.
Delito capital entre los labios,
entre las piernas, en el abrazo.
Lujuria sin conciencia que me arrastra
y me eleva a los cielos del deseo.
La brisa hiela la razón en este invierno,
el oleaje de los cuerpos enlazados
transforma en primavera los momentos;
se ha calmado el Céfiro.
Regresó la niebla que precede a la lluvia,
regresó el viento a revolver mi vida.
No tengo donde hayar refugio,
te has marchado con la última marea.
He perdido el paraguas olvidado en cualquier bar,
en una mesa, donde el café, como mi cuerpo, también se enfría.
Carmen Martagón ©
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