Despierto confusa, en medio de la nada. No sé dónde estoy. La luz no me deja abrir los ojos. En este instante, no puedo recordar. Apenas sé quién soy, ni qué hago aquí. No soy capaz de pensar, no quiero pensar. Me duele todo el cuerpo, tal vez de dormir acurrucada, como un bebé en el vientre de su madre, protegiéndome del relente de la noche. Siento las manos agarrotadas de sujetar las solapas de mi chaqueta vaquera, intentando evitar que el frío se me instale en el pecho. Pienso en mi madre, ¡mamá! No dejo de llamarla en mi mente, para espantar los fantasmas. Llamarla reconforta, aunque sé que no vendrá para guardarme sobre su regazo. Quisiera tenerla cerca, oler su fragancia a rosas de pitiminí, un olor dulzón que inunda los sentidos, lo paladeas e incluso puedes oírlo. Mi madre huele a dama de noche, a jazmines en flor y a pan tostado en las mañanas. ...
Herencias de mar, tierra, cielo, tiempo y sueños. Asómate a sentir... Palabras de mujer, nacidas de un puñado de vivencias. Directas desde mi corazón a tu corazón...