Se ha quedado el sabor amargo del último café;
sigue aquí, impregnándome los labios,
sigo esperando el dulzor de tu boca,
que reviste de azúcar el café más amargo.
Se ha quedado prendido en mi piel
el olor de los días sin tí,
el aroma a soledad de esta casa,
su espacio sigue contando los minutos echándote de menos,
mientras los días y las noches
reflejan tu ausencia en mi sofá.
Se me ha grabado en la sien el dulce sonido de tu voz,
retumba su breve melodía
en las paredes vacías de mi alcoba,
en la mesa plegable que adorna la cocina
y ha sido testigo de nuestros encuentros al alba.
Mis manos echan de menos el calor de tu cuerpo,
aún te buscan, con nocturnidad,
entre las sábanas frías de ausencia,
en el frescor de la ducha compartida,
en el paseo bajo el sol de mediodía
y a media tarde, en mi soledad irremediable.
Espero tu regreso con las primeras nieves del invierno,
no tardes mucho,
se me ha quedado helada la nostalgia
y no me reconforta la taza caliente entre las manos,
a solas, con mis versos.
Carmen Martagón ©
sigue aquí, impregnándome los labios,
sigo esperando el dulzor de tu boca,
que reviste de azúcar el café más amargo.
Se ha quedado prendido en mi piel
el olor de los días sin tí,
el aroma a soledad de esta casa,
su espacio sigue contando los minutos echándote de menos,
mientras los días y las noches
reflejan tu ausencia en mi sofá.
Se me ha grabado en la sien el dulce sonido de tu voz,
retumba su breve melodía
en las paredes vacías de mi alcoba,
en la mesa plegable que adorna la cocina
y ha sido testigo de nuestros encuentros al alba.
Mis manos echan de menos el calor de tu cuerpo,
aún te buscan, con nocturnidad,
entre las sábanas frías de ausencia,
en el frescor de la ducha compartida,
en el paseo bajo el sol de mediodía
y a media tarde, en mi soledad irremediable.
Espero tu regreso con las primeras nieves del invierno,
no tardes mucho,
se me ha quedado helada la nostalgia
y no me reconforta la taza caliente entre las manos,
a solas, con mis versos.
Carmen Martagón ©
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