No es que me haya olvidado de elevar la voz,
es que el tiempo, que borra los suspiros,
se adueñó de mis días, me devolvió al pasado,
y me retuvo allí, entre un millar de guerreros.
No es que no recuerde cómo sonreir,
sino que aprendí de los dichos más viejos
que detrás de la risa llorarás sin fin,
y será tu vida el caos silencioso
que te vuelve al pasado.
Cumplí la penitencia, si es que tuve pecados,
porque nadie está exento de incumplir las promesas,
de mentir por ser libre o hacer libre a los suyos,
de envidiar la sonrisa, los amores sinceros,
la vida acomodada que te ofrece el infierno.
No es que no recuerde que debo ser presente,
es sólo que el tiempo me puso entre tinieblas
y sigo esperando, que a los días de niebla
le sigan otros tantos de paseos felices.
No es que me haya olvidado de elevar la voz,
es que he aprendido a susurrar lo que siento.
Carmen Martagón ©
sino que aprendí de los dichos más viejos
que detrás de la risa llorarás sin fin,
y será tu vida el caos silencioso
que te vuelve al pasado.
Cumplí la penitencia, si es que tuve pecados,
porque nadie está exento de incumplir las promesas,
de mentir por ser libre o hacer libre a los suyos,
de envidiar la sonrisa, los amores sinceros,
la vida acomodada que te ofrece el infierno.
No es que no recuerde que debo ser presente,
es sólo que el tiempo me puso entre tinieblas
y sigo esperando, que a los días de niebla
le sigan otros tantos de paseos felices.
No es que me haya olvidado de elevar la voz,
es que he aprendido a susurrar lo que siento.
Carmen Martagón ©
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