Se clava la saeta en las entrañas,
los candiles alumbran nuestras penas,
dormidas ya, por cualquier madrugada.
La vela no pone rumbo conocido,
se quedará esperando nuevas primaveras,
para lucir su llama un año más,
su llama eterna...
El humo del incienso purifica el ambiente,
llenando la ciudad de un olor nuevo.
Volver a ser niño entre azahares,
recordar un tiempo de limpias carreras
y olor a canela en las viejas cocinas.
El racheo templado bajo los costales,
que eriza los sueños de oscuros rosarios,
suenan bambalinas, cornetas, tambores,
se santiaga el alma y reza el creyente,
húmedas miradas que esperan, que mecen.
Se aguantan las nubes,
retumban tambores en las madrugadas,
duelen los costados, arden las espaldas,
la madre y el hijo,
la mujer y el hombre,
las penas, caídas, el puente, "bofetá", las aguas
y es nuevo perdón que nunca te falla.
Ten misericordia,
ten fe y esperanza,
puede que no venzas,
pero si hay amor,
hay paz en el alma...
Paso a paso,
llegar al destino que siempre es distinto,
sin llegar al cielo, sin doblar la espalda,
mirando de frente,
sin prisa y en calma...
Carmen Martagón ©
los candiles alumbran nuestras penas,
dormidas ya, por cualquier madrugada.
La vela no pone rumbo conocido,
se quedará esperando nuevas primaveras,
para lucir su llama un año más,
su llama eterna...
El humo del incienso purifica el ambiente,
llenando la ciudad de un olor nuevo.
Volver a ser niño entre azahares,
recordar un tiempo de limpias carreras
y olor a canela en las viejas cocinas.
El racheo templado bajo los costales,
que eriza los sueños de oscuros rosarios,
suenan bambalinas, cornetas, tambores,
se santiaga el alma y reza el creyente,
húmedas miradas que esperan, que mecen.
Se aguantan las nubes,
retumban tambores en las madrugadas,
duelen los costados, arden las espaldas,
la madre y el hijo,
la mujer y el hombre,
las penas, caídas, el puente, "bofetá", las aguas
y es nuevo perdón que nunca te falla.
Ten misericordia,
ten fe y esperanza,
puede que no venzas,
pero si hay amor,
hay paz en el alma...
Paso a paso,
llegar al destino que siempre es distinto,
sin llegar al cielo, sin doblar la espalda,
mirando de frente,
sin prisa y en calma...
Carmen Martagón ©
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