No tengo otra herencia que dejar
más que un puñado de besos,
algunos abrazos apretados,
una vida de sonrisas,
y todas las miradas de amor
lanzadas en este aprendizaje materno.
No tengo bienes que provoquen envidia o rencor
entre personajes propios y ajenos,
el correr de los días mantuvo a salvo del embargo el amor que nace en las entrañas,
la palabra amable, la caricia presta,
o la mirada vigilante que nunca se extingue.
No voy a dejar nada en este mundo que no tenga que ver con mi presencia,
unos versos y relatos, un libro, unos hijos, —carne de mi carne—,
algún árbol, plantado en la memoria de mi infancia,
y unas pocas plantas, agradecidas,
que me han acompañado
en este intento de vivir despacio.
Mi mejor herencia haber vivido
con la honestidad enredada en las manos,
con la mirada limpia e inocente,
con la sonrisa nueva al despertar
o el abrazo placentero hacia los míos.
No tengo legado más valioso que un puñado de palabras de aliento,
el silencio de la escucha atenta,
y esa mano que aprieta, cuando aprieta el dolor en el costado,
o la ansiedad se cuela en los resquicios,
como una serpiente traicionera.
No soy de atesorar materia, prefiero el tesoro inmaterial y abstracto,
que solo se mide en la mirada.
Carmen Martagón ©
Y también, como parte indivisa de tu patrimonio, una sonrisa que es una ventana abierta al mundo que acoge y recoge.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, siempre por estar ahí para leerme y recordarme que la sonrisa es parte de mi legado. Besos.
EliminarMe gusta tu legado Yo le dejo a mis hijos lo q,e puedo sonrisas reirme a lo loco siempre ,volar libre sobre la acera, el lugar maravillos dond vivo ,mi templo que es mi vida .Los blog se los dejo al espacio ,mis hijos no deben de leer mis estados, quero que me recuerden con sonrisas de noches bellas de verano
ResponderEliminarGracias por asomar y comentar. Cada legado emocional es único, para nosotras y para quienes nos rodean. Un abrazo.
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