La he visto morder la almohada,
noches y noches, en una casa extraña,
la he visto bajar la cabeza,
ante la palabra vana, la amenaza velada,
la mirada lasciva.
La he visto masajear sus pies,
estirar los dedos y cerrar los ojos;
dolorida razón la lejanía,
dolorido desencuentro el de ella misma.
La he visto sentir culpa por las culpas ajenas,
dar amor y recibir desprecio,
acompañar y encontrarse aún más sola.
La vi soñar con abrazar a los suyos
y no encontrar lugar para el abrazo.
La he visto fregar horas y horas,
limpiar cacas ajenas,
escuchar falsas palabras y ofrecer mil sonrisas.
Limpiar, barrer, comprar, cocinar, acompañar,
por un puñado de euros,
por un puñado de arroz,
por un plato en otra mesa,
por un techo sin estrellas,
por un puñado de tiempo.
La he visto desear la muerte,
luchar por la vida,
dejarse llevar y abandonarse.
Tambien la vi resucitar,
tratar de respirar acompasado
y agarrarse a la mano amiga,
a la sonrisa ofrecida
y a la esperanza,
que alguna vez buscó sin encontrarla.
Carmen Martagón ©
noches y noches, en una casa extraña,
la he visto bajar la cabeza,
ante la palabra vana, la amenaza velada,
la mirada lasciva.
La he visto masajear sus pies,
estirar los dedos y cerrar los ojos;
dolorida razón la lejanía,
dolorido desencuentro el de ella misma.
La he visto sentir culpa por las culpas ajenas,
dar amor y recibir desprecio,
acompañar y encontrarse aún más sola.
La vi soñar con abrazar a los suyos
y no encontrar lugar para el abrazo.
La he visto fregar horas y horas,
limpiar cacas ajenas,
escuchar falsas palabras y ofrecer mil sonrisas.
Limpiar, barrer, comprar, cocinar, acompañar,
por un puñado de euros,
por un puñado de arroz,
por un plato en otra mesa,
por un techo sin estrellas,
por un puñado de tiempo.
La he visto desear la muerte,
luchar por la vida,
dejarse llevar y abandonarse.
Tambien la vi resucitar,
tratar de respirar acompasado
y agarrarse a la mano amiga,
a la sonrisa ofrecida
y a la esperanza,
que alguna vez buscó sin encontrarla.
Carmen Martagón ©
Hermoso poema, lo leeré como un regalo tuyo para ellas.
ResponderEliminarMe gusta lo que ves, Martagona, y cómo tu mirada se fija en los últimos y le ofreces tu palabra a modo de salvavidas. Enhorabuena.
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