No era de seda el vestido blanco de domingo
ni el camisón de novia, era, ni la blanca enagua.
No era de seda aquel batón que sirvió de abrigo
que cobijaba el alma, bendecida en el agua.
No fueron tan ciertos aquellos primeros pasos
desconocido camino entre noches oscuras,
tampoco fueron de amor los primeros abrazos,
ni esas sonrisas que has vivido como una cura.
Fue tu camino como intenso zarzal de espinas,
duro de andar bajo el ardiente sol de la tarde,
miedo en esa piel, llanto y dolor por cada esquina,
y en las entrañas otro zarzal que también arde.
Cerrar los ojos, pedir al viento nuevos aires,
rojas Amapolas van sonriendo en las veredas,
solos de amor, ritmos más intensos, nuevos bailes,
saltar los charcos, suena la lluvia en las aceras.
Carmen Martagón ©
Foto: Rocío Escudero Alfonso ©
ni el camisón de novia, era, ni la blanca enagua.
No era de seda aquel batón que sirvió de abrigo
que cobijaba el alma, bendecida en el agua.
No fueron tan ciertos aquellos primeros pasos
desconocido camino entre noches oscuras,
tampoco fueron de amor los primeros abrazos,
ni esas sonrisas que has vivido como una cura.
Fue tu camino como intenso zarzal de espinas,
duro de andar bajo el ardiente sol de la tarde,
miedo en esa piel, llanto y dolor por cada esquina,
y en las entrañas otro zarzal que también arde.
Cerrar los ojos, pedir al viento nuevos aires,
rojas Amapolas van sonriendo en las veredas,
solos de amor, ritmos más intensos, nuevos bailes,
saltar los charcos, suena la lluvia en las aceras.
Carmen Martagón ©
Foto: Rocío Escudero Alfonso ©
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