Cuando asoma la luz por tus pupilas
el día nos va contando que te fuiste,
mucho antes de esta tarde fría y triste
donde ya no recuerdas que recuerdas,
en la que ya no estás, que te perdiste.
Tienes el mismo brillo en la mirada,
esa tan azul que ofrece cobijo,
esa que ya no puede imaginarme
libre como amapola en verdes trigos.
Tu voz de abuela que siempre fue tan tierna
no suena en cada abrazo cómo antaño
abrazos que tú, apenas sí recuerdas
pero siguen en mí pese a los años.
Y continúan pasando los minutos
pero no está tu voz, está tu llama
y esas manos de abuela siguen vivas
para decirme que estás,
que no te marchas.
Se despertó el dragón en tu cabeza,
se adueñó de tu ser de madrugada
y te fuimos perdiendo paso a paso,
entre un bosque sin luz,
entre alboradas.
Y el maldito dragón prendió de llamas
el bosque enamorado de recuerdos,
se esfumaron de un golpe los sonidos,
los nombres, las palabras, los silencios.
Carmen Martagón ©
esa tan azul que ofrece cobijo,
esa que ya no puede imaginarme
libre como amapola en verdes trigos.
Tu voz de abuela que siempre fue tan tierna
no suena en cada abrazo cómo antaño
abrazos que tú, apenas sí recuerdas
pero siguen en mí pese a los años.
Y continúan pasando los minutos
pero no está tu voz, está tu llama
y esas manos de abuela siguen vivas
para decirme que estás,
que no te marchas.
Se despertó el dragón en tu cabeza,
se adueñó de tu ser de madrugada
y te fuimos perdiendo paso a paso,
entre un bosque sin luz,
entre alboradas.
Y el maldito dragón prendió de llamas
el bosque enamorado de recuerdos,
se esfumaron de un golpe los sonidos,
los nombres, las palabras, los silencios.
Carmen Martagón ©
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