Justo antes del temblor
le dijo que no la amaba
y calleron cascotes a sus pies,
sufrieron los cimientos de su alma,
quiso atarse la venda con más fuerza
pero no le dejó la madrugada.
Fue aquel seísmo lo que rompió su mundo,
lo que araño la piel de su pasado,
se abrió bajo sus pies aquel infierno
que vino a despojarla de lo suyo
y le cerró el camino hacia el futuro.
Las lágrimas no fueron
sino cascadas que se desbordaron,
corrientes de ríos caudalosos
que arrastraron lo bueno y menos bueno
y la dejaron sóla, perdida, sobre el cieno.
Después de la tormenta vino el sol
a tostar los sueños de futuro
con el abrazo cálido de nuevo,
y ese calor que ya no recordaba,
derritiendo la helada del invierno.
Después del vendaval
la brisa secó su cuerpo entero
húmedo del dolor y el sufrimiento,
la dejó descansar
y le vistió los miedos.
Carmen Martagón ©
lo que araño la piel de su pasado,
se abrió bajo sus pies aquel infierno
que vino a despojarla de lo suyo
y le cerró el camino hacia el futuro.
Las lágrimas no fueron
sino cascadas que se desbordaron,
corrientes de ríos caudalosos
que arrastraron lo bueno y menos bueno
y la dejaron sóla, perdida, sobre el cieno.
Después de la tormenta vino el sol
a tostar los sueños de futuro
con el abrazo cálido de nuevo,
y ese calor que ya no recordaba,
derritiendo la helada del invierno.
Después del vendaval
la brisa secó su cuerpo entero
húmedo del dolor y el sufrimiento,
la dejó descansar
y le vistió los miedos.
Carmen Martagón ©
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