He aprendido de la madre tierra a soportar el
dolor de los hijos y a protegerlos cuando me necesitan, ella me ha
enseñado a ofrecer lo bueno sin esperar nada a cambio.
Me ilustré de su movimiento de rotación y ahora sé que debo mirar
siempre alrededor, para que mi campo de visión vaya más allá de mí
misma. De su traslación, aprendí a llenarme de sol, luz y del amor de
quienes me rodean.
Con cada uno de sus movimientos extraigo mis
propias estaciones, instantes de primavera llenos de la calidez del día
y la frescura de la noche, las horas del otoño en mis ocres, mis
marrones y en el calorcito tierno de un abrazo necesario. Mis Inviernos
fríos, leves e intensos y esos momentos de calor y de noches sin sueño,
como el largo y cálido verano.
De la madre tierra he aprendido a sanar mis heridas... Y aún me queda mucho por aprender. ¿Tú que has aprendido?
Carmen Martagón ©
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