Pasaron los años
y han crecido tus manos,
pero siguen aferrándose a las mías,
disimulando para que nadie lo note,
con el cuerpo de hombre
y el corazón de hijo.
Te ha crecido el pelo,
ya no es aquella pelusilla descolocada
que mis dedos acariciaban teniéndote en el regazo,
lo hemos cortado ya no sé las veces
ni de cuantas formas,
a mí me sigue pareciendo pelusilla salvaje,
imposible de manejar con las manos.
Te creció la sonrisa
cambió tu voz y el sonido de tus carcajadas,
ya no recuerda tu llanto a bebé dormilón,
pero sigue martillando en mi alma
cuando me necesitas.
Te cambió la vida,
te cambiaron los sueños y los cuentos,
los libros que pasaron por tus días,
tus horas de recreo,
el tiempo de jugar también cambió de sitio.
Te haces mayor en mis retinas,
te alejas y te acercas a ratitos,
me miras y sonríes a lo lejos,
sin que nadie te vea,
para no delatar lo que sentimos,
tú, muchacho mayor,
tú, hijo mío.
Ya son diferentes los abrazos,
más fuertes y apretados, en silencio,
escasas tus lágrimas en mi pecho
ahora vagan a solas por tu cuerpo,
se muestran más rebeldes
y salen más por rabia que por miedo.
Hoy me fijé en tu mirada
mientras te llega esa música preferida,
¡cómo pasaron los años!
¡cómo ha cambiado la vida!
ayer te susurraba nanas,
hoy te prestaría mis alas
sin soltarte de mi abrazo.
Y ahí seguiré, como tantas otras veces,
apostando mi tiempo y mi vida
por adivinar qué sientes
con la mirada perdida.
Carmen Martagón ©
ya no es aquella pelusilla descolocada
que mis dedos acariciaban teniéndote en el regazo,
lo hemos cortado ya no sé las veces
ni de cuantas formas,
a mí me sigue pareciendo pelusilla salvaje,
imposible de manejar con las manos.
Te creció la sonrisa
cambió tu voz y el sonido de tus carcajadas,
ya no recuerda tu llanto a bebé dormilón,
pero sigue martillando en mi alma
cuando me necesitas.
Te cambió la vida,
te cambiaron los sueños y los cuentos,
los libros que pasaron por tus días,
tus horas de recreo,
el tiempo de jugar también cambió de sitio.
Te haces mayor en mis retinas,
te alejas y te acercas a ratitos,
me miras y sonríes a lo lejos,
sin que nadie te vea,
para no delatar lo que sentimos,
tú, muchacho mayor,
tú, hijo mío.
Ya son diferentes los abrazos,
más fuertes y apretados, en silencio,
escasas tus lágrimas en mi pecho
ahora vagan a solas por tu cuerpo,
se muestran más rebeldes
y salen más por rabia que por miedo.
Hoy me fijé en tu mirada
mientras te llega esa música preferida,
¡cómo pasaron los años!
¡cómo ha cambiado la vida!
ayer te susurraba nanas,
hoy te prestaría mis alas
sin soltarte de mi abrazo.
Y ahí seguiré, como tantas otras veces,
apostando mi tiempo y mi vida
por adivinar qué sientes
con la mirada perdida.
Carmen Martagón ©
Comentarios
Publicar un comentario