Machacada...
pero no me duele el cuerpo
sino el alma,
duele el día a día,
que no se detiene.
Mortero maldito,
que saca mi esencia
a gotas de hiel.
Sin especias,
sin aromas,
a dolor y a fuego
en esta penumbra
tan vacía y sóla.
Marchita,
sin vida,
esperando un milagro
que se ha demorado
demasiado tiempo,
se mezcla la pena
con gotas de miedo,
con pizcas de duelo.
¡Que enciendan la luz!
y se abarrote el muro
que hay ante mis ojos
con la primavera,
se alarguen las horas,
se acabe la espera,
que sane mi cuerpo,
que sane la tierra.
El viejo almirez
sabe del dolor
que lacera y quema,
de la soledad
que machaca y pesa,
sabe más de mí
que mi propia muerte,
en éste vivir
donde no se siente.
Mi viejo almirez,
cuenco de mi angustia,
mazo del lamento,
convierte mi vida
en dulce manjar,
que sanen mis penas
que cierre la herida
para no sangrar.
Carmen Martagón ©
Texto: J. Vicente Gey Alemán ©
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