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Mostrando entradas de junio, 2017

Hasta que la muerte...

Despierto confusa, en medio de la nada. No sé dónde estoy. La luz no me deja abrir los ojos. En este instante, no puedo recordar. Apenas sé quién soy, ni qué hago aquí. No soy capaz de pensar, no quiero pensar. Me duele todo el cuerpo, tal vez de dormir acurrucada, como un bebé en el vientre de su madre, protegiéndome del relente de la noche. Siento las manos agarrotadas de sujetar las solapas de mi chaqueta vaquera, intentando evitar que el frío se me instale en el pecho.             Pienso en mi madre, ¡mamá! No dejo de llamarla en mi mente, para espantar los fantasmas. Llamarla reconforta, aunque sé que no vendrá para guardarme sobre su regazo. Quisiera tenerla cerca, oler su fragancia a rosas de pitiminí, un olor dulzón que inunda los sentidos, lo paladeas e incluso puedes oírlo. Mi madre huele a dama de noche, a jazmines en flor y a pan tostado en las mañanas.             Ya no le temo al viento, en estos veinte años de matrimonio perdí el miedo a todo, excepto a él

NO TODO ES SOL

A veces lluevo, y es un aguacero mi memoria, me envuelvo de nubes que cumbren de sombras el pensamiento, y oscurecen el sol de mi sonrisa.  A veces lluevo, sobre la llanura de mi pecho ardiente, apagando el deseo que me despierta en las horas mágicas de tus caricias. A veces lluevo, sobre la luz de mis amaneceres, en el ocaso que no consigo ver por la tormenta, o entre la arena mojada de tu orilla. No todo es sol aquí en mi vientre, las mariposas no se encuentran entre las hojas negras del recuerdo. No todo es sol en mis mañanas, muchos días, ni el café espabila mi letargo y no me abandona el hormigueo, que se instaló en mis dedos con la rabia. Menos mal que existe el arcoiris para devolverle los colores al ardor de mis ojos apagados, a mis manos y a la delicada piel que me recubre. Menos mal que llueve en mi rostro, se inunda la mirada en un segundo y avanza el aguacero, refrescando el calor de mis mejillas, mojando hasta estos labios ya resecos

Inventar un sueño...

Soñé con las calles donde el amor se pierde, allí, donde las madrugadas guardan el color de mi pasado, ralentizan los días, dando sentido al tiempo. Soñé con la lluvia, adoquines mojados, con pequeñas aceras y portales que se abren a la vida, en una calle repleta de voces con el olor añejo de los días vividos. Sí, he soñado contigo, tú, yo y un paraguas olvidado, bajo la fina lluvia que salpica mis sandalias de niña. Soñé con nuestro amor en hermosos rincones escondidos, con la luna de noche, con las nubes que jugaban en el cielo a ser distintas o que tú me inventabas entre la hierba fresca de los días. Sí, he soñado contigo con trémulas caricias de niños sin sentido y esos besos amantes inventados que alguna vez nos dimos. Carmen Martagón ©

Grandes males

Me he enamorado de la gota que salpica mis cristales, del susurro del viento en el otoño, de los charcos que bañan las aceras y de todas las carcajadas que han sonado en las cuatro paredes de esta casa.  Me enamoré, sin remedio, de las leves huellas que dejan tus pasos por el piso aun mojado, de tu llanto silente, cuando aparcas la rabia y el dolor se sosiega, de tu boca apretada ante los grandes males de pequeños remedios. No he subido a este tren a buscar una cura para las soledades, ni arañar el consuelo que calmará los días, ni a beberme la luna a sorbo de desaires... Prefiero quedarme, con el momento efímero que jamás regresa, con el abrazo tierno cuya esencia perdura aunque ya ha terminado, con la gota de lluvia que resbala gozosa, con tu boca y tus ganas y el susurro del viento que me cuenta secretos. Carmen Martagón ©

REGRESAR

  Serás, ese boceto que quisiera pintar, la estructura mágica de un poema inacabado, la soledad de los días de verano, el abrigo en las noches otoñales cuando la brisa se cuela entre mis dedos.  Serás, el bendito final de la tormenta, el último color del arcoiris, el minuto tras la contracción, el alivio del arrodillado cuando exhibe en pie sus victorias. Serás, la imagen nueva tras la ceguera, la llegada del ausente y el principio del fin. Y has de convertirte, en cada uno de los cafés que me desvelan, en las manos que alivian el dolor, o en el dulce despertar tras un bonito sueño. No te marches sin haberme dado un beso y regresa al corazón como la primavera, las estaciones no avanzarán si no vuelves, el verano, no puede ser sin ti. Carmen Martagón © Foto: Rocío Escudero  ©

Crecieron

Han crecido las manos que me abrazan y esos besos inmensos sin motivo, se marcharon los cuentos inventados que hacían llegar el sueño a vuestro lecho. Son mayores las risas en el alma, volviendo carcajadas los recuerdos, los silencios de niño, que apenas se han marchado, dan paso a otras preguntas, a otras dudas y miedos. Se transformó el amor en un gigante que abraza mi cuerpo de mamá dormida, ahora son otras las miradas, son otros los miedos y los cuentos, lo único que no se ha transformado es este amor inmenso, que me dio sentiros en mi entraña. Ha crecido el amor que anida entre nosotros, este cariño a gritos y en silencio, como creció la vida en vuestras manos, como crecen los sueños... Carmen Martagón ©

MIRADA DE MUJER

No me asomo a las sombras, no porque sienta temor a lo oscuro, más bien, por llevar la contraria al desaliento, que, a veces, viene aflorando por mis hombros y pretende asustarme.  No quiero ser profeta, tienen el mal vivir errante del camino, se les pega el polvo a las espaldas y predican sin saber en qué lugar descansa, placentera, su palabra. No sé llorar cómo la escarcha, cuando el sol aparece entre las nubes, así, despacito, gota a gota, derritiendo el dolor sin lamentarse. He aprendido a llorar a borbotones, emulando al torrente del riachuelo cuando baja furioso en el deshielo. No soy capaz de ser como una rosa que duele como espinas en el pecho, soy más bien amapola solitaria, girasol amarillo y coqueto, soy cualquier flor alegre del camino que inspirará unos versos. Yo, no sé mirar con ojos de poeta, no soy más que una persona cualquiera, desconozco cómo miran esos seres, me gusta sentir, ese atisbo distinto que ofrecen sin pensar las a

Despiértame

Suéñame despacito desde la noche hasta el alba, acurruca tu cuerpo, imaginando el mío, en las arrugas blancas de tus sábanas.  Suéñame así, sin inocencia, con las ganas de amor entre tus manos, con tu boca sedienta de manjares, con los ojos cerrados y anhelantes. Despiértame en tus sueños, devuélveme al amor sin espejismos, rescátame en el lecho palpitante, donde espero tu piel como pecado. Suéñame amor como te sueño, en la distancia de tu cama a la mía, en la fragancia sutil de cada noche, en el recuerdo de aquella despedida. Suéñame amor, te esperaré escondida... Carmen Martagón © Foto: Rocio Escudero Alfonso © Modelo: Saida Del Pino Escudero

Hormigón

Si alguna vez le di derecho a meterse en mi cabeza y en mi vida atacando los muros de mi pensamiento, he venido a avisarle: recubrí de hormigón las blancas paredes que guardan sus recuerdos, he puesto una cancela con un candado, forjado en acero, y he tirado la llave el fondo del dolor que me causó su olvido. Gracias por su silencio inútil, por lavarse las manos ante injusta condena, por mirar a otro lado mientras yo suplicaba, por no secar los ríos que mis lágrimas fueron. Gracias, por enviarme de vuelta al blanco de un papel, al valor de un amigo, a ver amaneceres de infinitos colores y a sentir como nunca el calor de este sol. Gracias por demostrar que fue usted, el céfiro y el cetro, la cobarde mentira tras la sonrisa puesta, la mano que no existe, enemigo y ladrón. Ladrón, por robar mi memoria y el título de amigo que le ofrecí sin dudas, y guardé en este tiempo tras los muros de piedra que hoy son de hormigón. Carmen Martagón ©

HOY

Divinos tesoros: la juventud, la amistad, el amor, la verdad.             Nos pasamos la vida alabando esos tesoros, extrañándolos, añorando su llegada o temiendo su marcha. Pero, como todo aquello que nos pertenece alguna vez, lo dejamos en el olvido cuando lo tenemos. Es como esa lluvia, cierta y necesaria, que esperamos y admiramos tras la ventana, esa misma que resbala en nuestras manos para no regresar. Ese agua tan odiada cuando nos moja el cabello de forma inesperada.            Los cuentis tas, los grandes contadores de historias, han pintado piratas y rufianes en busca de tesoros inventados, tesoros marcados en un mapa con una X gigante, siguiendo un itinerario complicado, que no lleva hasta ninguna parte.            Nos pasamos la vida buscando la X de nuestro mapa, sin darnos cuenta que el mayor tesoro está en nuestro presente. Lleva nombre: Juan, Carmen, Ángel, Rocío o Lucía. Lleva cargo: mamá, papá, compañero de trabajo, maestra, hermano. Y está

CONMIGO

He dormitado sobre el asfalto, a ras de suelo, a la intemperie y se me han helado hasta las uñas de soñar al relente con tus besos.  He peleado sobre el barro, mientras arreciaba la tormenta y me he dejado los ojos en tus sueños, tras los cristales empañados, en el ajuar de novia, en las copas bohemias que se quedaron vacías sin el brindis. He escalado montañas, descalza de recuerdos, se me han "brisado" las mejillas,  entre el sol y el relented de tu invierno gris, mientras seguía tus pasos esperando que volvieras a mirarme, aguardando el regreso, sin regreso. Han sonado los cuencos de cristal envueltos en papel de hojas fingidas, me aferré al pasado sin sentir y envié en la mudanza mi futuro, por si encontraba una respuesta, al olvido, al recuerdo, a la memoria, a esos días sin mí, que ya se han ido. He dormitado en un vagón que me lleva directa hacia otra parte, desconozco el lugar, pero no importa, estaré junto a mí, todo el camin

Tormentas

 Luchar contra el viento, arañar la tormenta, beberte la lluvia a sorbos infinitos, pintar la borrasca con letras azules. Disfrutar del barro que mancha tus pies, alumbrar tus miedos con rayos y truenos, lavarte la cara con el aguacero que baña tu cuerpo. Resoplar en rosa entre los nubarrones, tras los negros cúmulos que cubren tu cielo, pintar arcoiris, dibujar un sol, tapar este silencio. Volverá la brisa, aprendiendo a respirar a contra viento volverá la calma se acompasará el mundo, nada será igual. Y ese cielo negro despejará un día, volverá tu paz vestida en colores. Será otra tormenta con la que luchar la que habrá mañana, respira profundo, siente desde el alma. Carmen Martagón © Foto: Rocío Escudero ©