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Mostrando entradas de diciembre, 2016

Estaciones...

Fundirme de otoños, abrigarme de inviernos, derretirme con todas las primaveras, arder como en el más caluroso de los veranos. Jugar con las hojas de tu piel, abrazarme a ese cuerpo que me llama, dejarme licuar por tus ojos de fuego y convertirme en hoguera entre los dedos. Dormir pegada a tu espalda sintiendo el viento, acurrucada bajo el manto de un abrazo me transformo en flor bebiendo entre los labios y me dejo vencer por la marea del deseo. Seré río entre los meandros de tu cuerpo, montaña nevada que se derrite en tus besos, el mar embravecido en las entrañas y el aire que se esconde entre tus pliegues. Quiero ser estación en este amor que cruje cómo las paredes de cualquier apeadero, inventar un nuevo color para el invierno y resguardarme del frío que amenaza mi interior. Y así... Viajar entre los vagones de este tren que ha puesto rumbo al interior pero retorna a nuestra piel con el estío. Carmen Martagón

Hojas de Otoño

Tengo ese olor a otoño metido en las entrañas y en las retinas, se me han colado tenues rayos del sol que pintan ocre el paisaje. Llevo pegado en la piel resina de pino y jara, el aroma de las flores adornando el romero o el calor que se esconde al ocaso y asoma con las horas de media mañana. Dulce la primera miel, los peros y las castañas, el olor de la lumbre que enciende y aviva la casa al renacer, dulces los primeros besos, las tiernas miradas y esos abrazos de otoño que tanto añorábamos. Llevo prendido en el pelo las cortezas del alcornoque, las hojas del abedul, las nubes amilanadas que no tienen intención de romperle armonía o robarle su color al cielo de la tarde. Es otoño y yo escribo presa del sutil ardor del mediodía y de la niebla que oculta débilmente el paisaje. Escribo, enamorada de la delicada calidez de la estación y del lento espectáculo de las hojas cuando mueren, en silencio y caen sobre la tarde. Carmen Martagón © Foto: Car

A retarse..

Me retan desde Laredo a un Romance de palabras y rechazarlo no puedo. Entre soleá y Romance surgen las ganas y brotes, a ver quien acepta el lance... CON GANAS (Romance) Vengo a ofrecerte mi aliento, que las ganas no te falten ni se venga abajo el cuerpo cuando de vivir se trate. Vengo a ofrecerte mi mano, un hombro donde apoyarte, mi tiempo sin condiciones cuando la duda te asalte. Caminaremos despacio por este muro de alambre, paso a paso, y en silencio que nada nos sobresalte. Y en un trocito de luna mientras los cuerpos aguanten, vamos a colgar los miedos, las dudas que nos invaden. Las penas que no queremos, todo el temor que te asalte, la maldad del ser humano, sus ansias de ser más grande. Y aunque nos parezca un sueño, aunque el mundo no acompañe, vamos a buscar sin miedo ganas, anhelos y afanes. Pintaremos las mañanas de un azul claro y brillante, las tardes de rojo intenso las noches de chocolate. Y dibujaremos verso

En calma

Me agita por dentro, zarandeando mis tripas sin remedio, va revolviendo mi mundo, paraliza mis sueños y se marcha despacio y de puntillas. Yo me refugio en un amanecer, en el vaivén de las olas al ritmo de la marea, en ese cuento que aún no escribí y que se va dictando en mi cabeza. Y así viene la calma a sentarse a mi lado, acompañando la rutina, vistiendo mis anhelos, para tomarme de la mano y pasear hacia cualquier destino, alejado de tanta hipocresía. Y escribo y siento y lloro, mientras, voy contando hasta cien, es algo ínfimo contar del uno al diez cuando las tripas se revuelven, igual que si habitara en mí una fuerte marejada. Carmen Martagón ©

¿Luz al final del túnel?

No es fácil atravesar ese túnel oscuro, aunque te aseguren que hay luz al otro lado, te recuerda de niña, cuando dejabas encendida la luz del pasillo porque todo era negro y hacía frío, se te hielan las manos y los pies descalzos.  Caminas de puntillas por esta vida inútil, para no despertar el ogro que se esconde bajo la piel del amor de tu vida. ¡El amor de tu vida! que te escupe a la cara, una y otra vez, tu inocencia, tu estupidez, tu fealdad interior y cada uno de los fallos que cometes desde que abres los ojos. Has pensado escapar, correr descalza lejos, muy lejos dónde ni tu misma te encuentres, donde se pierda el rastro de esa mujer en la que te has convertido por minutos.  Pero vuelves a despertar a su lado aparece la culpa y se mezcla con el miedo te hace sentir asco, de tí misma, del mundo, del túnel. Y lloras, lloras, lloras y es mentira que se agoten las lágrimas, en tí siguen derramándose, como tu vida. Y miras los anuncios, escapa,

Temblar con una mirada

Me reinvento... y vuelvo a ser adolescente, con la inocencia enredada en la cintura y la vergüenza cosida al dobladillo de mi falda.  Doy vueltas y vueltas en la calle, me cuelgo en bandolera el bolso nuevo, pongo en mis labios ese brillo que me gusta y salgo a pasear por la ciudad. Me miro al espejo con mis ojos de quince años, esos que me enseñaron a contener las lágrimas, los años con los que aprendí a besar en los labios y supe cómo era estar enamorada. Me reinvento, para aprender a ser mujer sin miedos, en este cuerpo que pasa los cuarenta y necesita creer que sí se puede: bailar bajo la lluvia en las aceras, mirar con el amor en las pestañas o temblar con la pasión de una mirada. Carmen Martagón © Foto: Rocío Escudero  ©

Mis versos que son tuyos

No me pertenece el verso que exhala mi boca, pertenece a esa vida que me va desangrando, ese vivir distinto que nunca se equivoca, cada gota de aliento como verso contado. No es mío el alarido que traspasa mi pluma, ni la letra plagiada que atraviesa los tiempos, no son de los mortales los reflejos de luna, ni esos amaneceres que parecen un sueño. Nunca podré reclamar por el hilvan de anhelos tejidos con los hilos de un negro pensamiento, ni por esos suspiros que provocan mis versos a seres solitarios, sin relojes ni tiempo. Sólo es mío mientras sigue dormido aquí en el alma y se va deshaciendo entre signos y letras, cuando vuela a tus manos y te quiebra la calma se licua con tu sangre o estalla entre tus piernas. Carmen Martagón © Foto: Rocio Escudero  ©

De anís

Dulces manos de amor en la memoria, la masa que fermenta en los recuerdos, aromas de canela entre los sueños, vienen a formar parte de mi historia. Las cosas que de niña rememoras, se han quedado prendidas de tu pelo, de esas manos de amor de los abuelos recetas deliciosas que atesoras. El dulzor del anís que paladeas las risas resonando en la cocina, cáscara de limón y una caricia, los más dulces manjares de la abuela. Carmen Martagón ©

Perder la voz

Escribir en papeles la rabia, el temor, el desamparo sentido tras el robo, la pena contenida que te ahoga, el silencio del entorno, desgarrado silencio. La mano en la espalda que te empuja te hace sentir pinchazos de alfileres, miras con vértigo alrededor y no ves de dónde viene la punzada, sólo sabes del dolor. No se secan las lágrimas como no se seca el río en el verano, siguen ahí, horadando la carne, escondidas de miradas ajenas que no entienden tus dudas, tu abandono, tu nada. Te levantas y vuelven a tí las sacudidas, no hay asidero que sostenga el terremoto cruel de los cuarenta y te levantas y caes y no te quedan manos para asirte, quedaron ocupadas, sin saberlo, en otros menesteres ajenos. Ya levantada, con más rabia contenida que con miedo, tomas papel y lápiz y no sale de tí ni una palabra... Carmen Martagón ©