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Mostrando entradas de junio, 2016

Morir en vida

No me da miedo la soledad que me rodea me preocupa mucho más la que me inunda, la interior, esa que nadie ve y sólo se adivina, la que borra todas las sonrisas del mundo.  No me da miedo ser rara, única, insignificante, me asusta sentirlo y no aceptar que nací para ser eso y mucho más, como naciste tú para lo mismo, alguna vez se puede ser rara, única, diferente, sencillamente porque cada momento vivido lo es. No me asusta vivir, me acobarda más la muerte, pero no esa que te aleja para siempre hacia otro mundo, temo aquella que me excluye de mi ahora, que me ata al pasado y marca un futuro confuso. Me asusta morir en vida mucho más que cualquier muerte. Carmen Martagón © Foto: Carmen Torres ©

Inocencia

                        Aquel día de verano de 1945 regresamos a Berlín, un par de meses después del final de la guerra. Esa misma noche comencé a escribir en mi diario: "Pronto cumpliré ocho años, hemos a vuelto a casa, sigue en pie. No sé porqué motivo han lanzado bombas sobre la ciudad. Mamá habla poco."              "En las calles todos intentan volver a la normalidad, pasean, charlan en las esquinas. Hoy la señora Bauman se ha cruzado conmigo en la escalera, mamá me ha contado que perdió a sus hijos en el frente. No sé qué lugar es ese, pero se la ve muy triste, ojalá aparezcan pronto." Carmen Martagón ©

Niños

Podrás pisarme a mí sin que te aceche el riesgo, podrás volverme invisible a tus ojos de ceguera poética, podrás inventar negras nubes para que empapen mis cuadernos blancos, pero no serás capaz de eliminar la luz de sus ojos, el movimiento en sus dedos, sus voces que enamoran al viento, el aplauso a la inocencia y la frescura, la grandeza de sus sueños de niños. Sería como querer tapar el arcoiris, beberte el rio que baña tu orilla, o borrar de un golpe las nubes de mi cielo. Y eso... Simplemente es imposible. Carmen Martagón ©

Susurrar

No es que me haya olvidado de elevar la voz, es que el tiempo, que borra los suspiros, se adueñó de mis días, me devolvió al pasado, y me retuvo allí, entre un millar de guerreros. No es que no recuerde cómo sonreir, sino que aprendí de los dichos más viejos que detrás de la risa llorarás sin fin, y será tu vida el caos silencioso que te vuelve al pasado. Cumplí la penitencia, si es que tuve pecados, porque nadie está exento de incumplir las promesas, de mentir por ser libre o hacer libre a los suyos, de envidiar la sonrisa, los amores sinceros, la vida acomodada que te ofrece el infierno. No es que no recuerde que debo ser presente, es sólo que el tiempo me puso entre tinieblas y sigo esperando, que a los días de niebla le sigan otros tantos de paseos felices. No es que me haya olvidado de elevar la voz, es que he aprendido a susurrar lo que siento. Carmen Martagón ©