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Mostrando entradas de abril, 2016

¿Qué haría hoy Don Quijote con los molinos?

                         Miguel era un joven cabrero que ejercía su dura labor en el Andévalo onubense, al alba llevaba a su rebaño a pacer en la fresca hierba entre dos localidades fronterizas con el país vecino. Cuando el sol estaba en lo más alto el muchacho acostumbraba a sentarse bajo la sombra de un portentoso acebuche, allí, deleitaba su paladar con un trozo de pan de leña y un buen queso de la zona, aquella mañana hizo lo propio.             Les vió aparecer a lo lejos y fue siguiendo con la mirada sus pasos, hasta que estuvieron lo bastante cerca para observarles detenidamente. Eran dos hombres y sus cabalgaduras, el más bajito y bastante grueso vestía con ropa extraña, llevaba en la cabeza un sombrero de fieltro marrón oscuro, bajo el mismo, un pañuelo anudado tal como se lo colocaban los campesinos de antaño y en su mano izquierda las riendas de un burro de pelaje grisáceo, que no debía estar muy contento de subir por aquellos riscos. El acompañante port

Acurrucados

  Mientras despierto acurrúcate en mi costado y ve reanimando mis sentidos, despacio, muy despacio, que apenas desperecen uno a uno, tú sólo hazme consciente en tus caricias.  Mientras abro mis ojos cubre de besos mi sonrisa, acaricia mi piel que se ha dormido y vive olvidada entre tinieblas, en la añoranza de sueños inconclusos. Se abrirán mis brazos deseando recibirte para que me hagas perder esa cordura que aún me va quedando, entre tanta locura desbordada. No quiero despertar si no es contigo en la dulce pasión de cada encuentro, no quiero sentirme en otros brazos, en otro lugar o en otros besos. Carmen Martagón © Foto: Rocío Escudero ©

POETA DE LUNA

  "¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que aguantar todo lo malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque aguantar lo bueno. ¿Verdad que llegará ese día?" Miguel Hernández  Mengua la luna, más no te veo, preñado tu vientre de mi semilla, bajo estas rejas donde no hay rimas, me desespera más que la muerte no ver la vida que se avecina. Menguan los días, más no el dolor, ni la agonía sin tus caricias, tras estos muros de lejanía imaginar que no vuelvo a verte, negra mi vida, triste mi suerte. No soy poeta sin tu mirada, sin el dulce sabor de tu sonrisa, lloran mis versos de madrugada, penan mis letras, mi dulce amada, mientras hilo una nana con mi agonía. Duerme mi amor velaré tu sueño, enrédame en tus manos y en tu universo, mengua la luna, mengua mi suerte, temo tu ausencia más que a la muerte. Carmen Martagón

Para este amor no necesito...

Para este amor no necesito... No necesito escribirle a tu sonrisa, me basta con adivinarla en la comisura de tus labios, para que me sobren todas las palabras. No necesito poner en verso tu mirada, me vale con observar cada mañana, cómo asoma por tus pestañas entreabiertas la luz de tus ojos, candil de mi alborada. No voy a pintar tus caricias, prefiero sentirlas en mi piel cuando atardece, mientras me acoge tu abrazo protector y en él renazco. Voy a usar mis manos para amarte envolviendo en letras cada beso, mimando tu ser, tu cuerpo entero, dejándome llevar por ese mar que me transforma en ola, convirtiendo mi amor en marejada, aunque no sople el viento y la brisa se haya detenido. Después, nos dejaremos llevar por la marea, al antojo brillante de esa luna que se asoma para mirarnos en silencio. Carmen Martagón ©

Desnudo el alma

Desnudo mi alma para liberarme... para que mi cuerpo empiece de cero desnudo mis ramas, mi copa, mi tallo me despojo entera de lo que no vale. Avanzan los días y caen ataduras soltando las hojas de tiempos vividos se llevan mis penas, mi llanto, mis dudas, se llevan los sueños que no se han cumplido. Si mi cuerpo frágil aguanta el invierno cada primavera vendrán otros sueños, si la brisa helada no quema mi cuerpo cada primavera tendré brotes nuevos... Volverán las aves a ocupar mis ramas bellas ilusiones vendrán a mi vida sentiré el aroma de flores tempranas despertando al fin la savia dormida. Texto y foto Carmen Martagón ©

Cambiaron los sueños

Pasaron los años y han crecido tus manos, pero siguen aferrándose a las mías, disimulando para que nadie lo note, con el cuerpo de hombre y el corazón de hijo. Te ha crecido el pelo, ya no es aquella pelusilla descolocada que mis dedos acariciaban teniéndote en el regazo, lo hemos cortado ya no sé las veces ni de cuantas formas, a mí me sigue pareciendo pelusilla salvaje, imposible de manejar con las manos. Te creció la sonrisa cambió tu voz y el sonido de tus carcajadas, ya no recuerda tu llanto a bebé dormilón, pero sigue martillando en mi alma cuando me necesitas. Te cambió la vida, te cambiaron los sueños y los cuentos, los libros que pasaron por tus días, tus horas de recreo, el tiempo de jugar también cambió de sitio. Te haces mayor en mis retinas, te alejas y te acercas a ratitos, me miras y sonríes a lo lejos, sin que nadie te vea, para no delatar lo que sentimos, tú, muchacho mayor, tú, hijo mío. Ya son diferentes los abrazos, más

Presentación de la Antología Mujeres en la Historia (3): La Ilustración de M.A.R EDITOR.

Maravilloso reportaje de Rocio Escudero Alfonso Feria del libro de Huelva. Elena Marqués Núñez y yo hemos tenido el honor de ser guiadas por Diego Lopa Garrocho en la preciosa Presentación de la Antología Mujeres en la Historia (3): La Ilustración de M.A.R EDITOR.

Dama, dama ¿o no?

No me creo tu Paz de carretera, tus mensajes de amor envenenados, tus palabras de obsoleto diccionario y esos abrazos repartidos al viento, que hasta al viento, le provoca rebotarlos.   No me convence tu charla interminable, tus tacones de bruja deslenguada, tu ropa de mujercita aniñada y esas lágrimas y penas desteñidas, que se borran, al segundo, de tu cara. No son verdad los halagos que te dices, la realidad se esconden tras tus miedos inventas tus días como inventas tus versos y esa vida que está, repletita de cuentos. No le cuentes mentiras a la luna, la luna sí conoce tus secretos no le ruegues al mar que se lleve tus miedos, porque el miedo está en tí, que no tienes sosiego. Carmen Martagón 

Madre tierra

            He aprendido de la madre tierra a soportar el dolor de los hijos y a protegerlos cuando me necesitan, ella me ha enseñado a ofrecer lo bueno sin esperar nada a cambio.                Me ilustré de su movimiento de rotación y ahora sé que debo mirar siempre alrededor, para que mi campo de visión vaya más allá de mí misma. De su traslación, aprendí a llenarme de sol, luz y del amor de quienes me rodean.                Con cada uno de sus movimientos extraigo mis propias estaciones, instantes de primavera llenos de la calidez del día y la frescura de la noche, las horas del otoño en mis ocres, mis marrones y en el calorcito tierno de un abrazo necesario. Mis Inviernos fríos, leves e intensos y esos momentos de calor y de noches sin sueño, como el largo y cálido verano.                 De la madre tierra he aprendido a sanar mis heridas... Y aún me queda mucho por aprender. ¿Tú que has aprendido? Carmen Martagón ©

Palos de ciego

Qué difícil se hace algunos días, enlazar apenas tres versos sin que el dolor desgarre las entrañas, sin que la rabia descomponga la rima, sólo te sale la vida en las palabras. Qué duro es dar palos de ciego, cerrándole al pasado las ventanas, abriendo nuevas puertas al futuro que se ha empeñado en demorarse, tanto que, ni empieza, ni acaba. ¿De dónde saco los versos en presente? ¿Dónde guardo el dolor y el olvido? si me presiona las entrañas cada día todo aquello que guardo, que no he dicho. ¿Cómo hago para seguir sin miedo? ¿Cómo llamo de nuevo a otra puerta? ¿Cómo me empeño en salir de ese tiempo? Si el corazón tiene la puerta abierta. Carmen Martagón ©

Adivina Adivinanza (Seguidillas)

Gato Luciendo sus bigotes en mi regazo, y juega que te juega ¡Zas! Un zarpazo. Viene a buscarme, maulla y ronronea si tiene hambre. Faro Una luz que te ciega inmenso espejo, apuntando a los mares llega muy lejos. Duermen al alba, subido en él, yo veo si hay mar en calma. Coche Me lleva de paseo de un lado a otro, los hay de más colores me gusta el rojo. Cuando yo crezca conduciré uno enorme, con grandes ruedas. Playa Pelotas y sombrillas, arena y agua, ¡Uy! el sol, ¡que te quemas! juego a las "palas". Voy en domingo y salto entre las olas con mis amigos. Carmen Martagón ©

Sin vanidades

Necesito mostrar una sonrisa, revelarme feliz ante mí mima, valorar que tengo lo que quiero, que sólo eso necesito. Quiero ofrecerle mi alegría a quienes no respetan sentimientos, aquellos que no saben de la risa, esos que viven presos de su ego. Pretendo mostrarme así, sin miedos, sin recelos ni falsas vanidades, simplemente yo, sin ser más nadie, ser persona, tal vez mar, sonrisa y aire. Necesito reír ante el espejo que el azogue devuelva las verdades, quiero mirarte así, quiero mirarme, rindiendome al amor, sin despertarme. Necesito enredarme a carcajadas, ofrecer en mis letras un abrazo, una caricia, un guiño, una palabra de aliento o un sonoro beso al caer la tarde... Carmen Martagón ©

Carmen

                        Sentada frente a ella miré sus inmensos ojos azules, siempre me parecieron los más bonitos del mundo. Me miraba, pero apenas distinguía mi cara y tal vez, no me reconocía, la enfermedad anuló su capacidad para conocer a los que la amábamos, aquellos a quienes entregó su vida como madre, esposa y abuela.               Estaba sentada en una silla junto a la terraza, la ambulancia se había llevado al abuelo al Hospital con una crisis asmática muy fuerte. Hacía años que no le reconocía, apenas cruzaba palabra alguna con él y en un instante, como si la luz se hubiera hecho en su mente, suspiró y dijo en un susurro...              —¡Qué pena de mi marido!              El abuelo logró recuperarse, pero la abuela no volvió a pronunciar una sola palabra. Apenas unos meses después se apagaron sus ojos para siempre, pero cada noche, regresó a mis sueños para preguntarme si el abuelo estaba bien. Me decía que lo estaba esperando. Así, noche tras

Lágrimas de luna. Romance de un amor

Ya llegó la primavera, están los campos en flor, la luna luce más bella, y se enamoró del sol Pero el sol sale de día porque está muerto de amor por las olas de la mar que bañan el espigón.  Llora la luna sin tregua porque el sol le dió plantón quedaron en los trigales, y nunca se presentó. La acunaron los luceros, en las noches de calor, el mar le sirvió de espejo y el viento la acarició. Llora la lunita clara, llora por no ver el sol, no la consuelan los versos que un poeta le escribió. Y llorando su abandono, mientras dormida quedó, un lucerito encantado le ha sanado el corazón. Carmen Martagón © Foto 📷 Rocío Escudero @rocio.escuderoalfonso

Cartas de amor

Llenemos la vida de cartas de amor como las de antaño, las que escribían con tanta pasión, los enamorados.  Misivas que vuelan sorteando montañas, palabras que juegan, son más que palabras, besos escondidos entre letras bravas, ojos pudorosos, esquivas miradas. Olor del papel que guarda secretos, dulces confesiones, amores sin tiempo, fidelidad cierta, cariño sincero. Petición de manos y declaraciones recorren distancias y alivian ausencias, entre palma y palma, salta que te salta, portando mensajes que hablan de pasiones, refugio de amores, las preciosas cartas. Carmen Martagón ©