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Mostrando entradas de enero, 2016

Mis alas

No tengo alas pero quiero volar lejos, donde las tormentas no me alcancen, donde la risa falsa no llene de rabia mis oídos, donde el egoísmo no me revuelva las entrañas, lejos... Quiero pintarme unas alas enormes y emprender un viaje que enfile distancia de tanta mentira, de tanta falacia, de esos que se miran sólo en sus espejos, lejos... Quiero convertirme en una cigüeña, en una gaviota perdida en la playa o en la golondrina que no ha de volver, mirar desde arriba y emprender el vuelo, lejos de los miedos, del egocentrismo, del falso papel en falsos amigos, lejos... No tengo alas, pero he aprendido a volar en sueños, aprendí a ser libre y a no tener miedo, sin sostener cuentos o versos ajenos, sin más que una vida repleta de tiempo, mi tiempo. Carmen Martagón ©

ALMIREZ

Machacada... pero no me duele el cuerpo sino el alma, duele el día a día, que no se detiene. Mortero maldito, que saca mi esencia a gotas de hiel. Sin especias, sin aromas, a dolor y a fuego en esta penumbra tan vacía y sóla. Marchita, sin vida, esperando un milagro que se ha demorado demasiado tiempo, se mezcla la pena con gotas de miedo, con pizcas de duelo. ¡Que enciendan la luz! y se abarrote el muro que hay ante mis ojos con la primavera, se alarguen las horas, se acabe la espera, que sane mi cuerpo, que sane la tierra. El viejo almirez sabe del dolor que lacera y quema, de la soledad que machaca y pesa, sabe más de mí que mi propia muerte, en éste vivir donde no se siente. Mi viejo almirez, cuenco de mi angustia, mazo del lamento, convierte mi vida en dulce manjar, que sanen mis penas que cierre la herida para no sangrar. Carmen Martagón © Texto: J. Vicente Gey Alemán  ©

El tiempo sueña

Minuto a minuto vamos a perdernos, piérdete conmigo en el correr del tiempo, en las manecillas del reloj sin cuerda, en la arena fina que cae sin parar, perder los sentidos pegado a mi cuerpo, perder la conciencia, perder o ganar. Segundo a segundo vamos a vivir, vamos a encontrarnos en el mismo sueño, en la aguja erguida del reloj de sol, el que se oscurece si empiezo a soñar, ese de pulsera que no tiene dueño, o aquel que se alarma si quiero esperar. Vamos a sentirnos por horas y horas, perder los sentidos con cada pasión, que importa si un sueño me detiene el tiempo que importa si el sueño lo detengo yo... Foto: Rocío Escudero © Carmen Martagón ©

Egeo

Lloraba el agua, llevándose los cuerpos pequeñitos, las risas que ya no escucharás, las canciones que no acunan sus cuerpos, miradas inocentes que ya nada dirán.  Lloraba el agua, su llanto salpicaba los miedos y las penas, ilusiones rotas, futuro por llegar, desarraigo obligado por odios que no cesan, los amigos perdidos que nunca olvidarás. Ahora lloran los ojos tras las manos dolidas, el corazón roto por el triste final, buscando nuevas vidas has perdido la suya, las nanas, los arrullos que jamás sentirán. Lloraba el agua salpicando conciencias, esas que nada temen ni se quieren mojar, lloraba el agua para clamar justicia a esa sucias conciencias que no se limpiarán. Carmen Martagón ©

El espejo

Aquí estoy, frente al espejo, mirando en mis ojos el espacio escondido, más allá del miedo, más allá del frio. Te he mirado mujer, y he visto a esa niña de ayer, a la madre de tierna mirada, dama silenciosa que se esconde, que parece dormida. Encontré, en tus ojos oscuros, la ilusión de lo nuevo, la emoción ya dormida, la pasión escondida por los años sin besos. Tras esa mirada se adivinan las quimeras que aguardan tu regreso, las verdades que nunca te has creído, ese quiero y no puedo, que es... ¡Si quiero! ¡Claro que quiero! ¡claro que puedo! Mirate en ese espejo, no importa si no te devuelve la mirada, a veces es esquiva, teme que la descubran, tiene miedo a vivir sin ataduras. Mirate en el reflejo que ofrece de tí el azogue, ese que anda escondido tras el cristal de todas las miradas el que sabe de tu ser más que tu misma. Ese... Carmen Martagón ©

¿A qué olerá la luna?

A mí la luna me huele a café tomado sorbo a sorbo, me huele a risas en una azotea a caramelo y esencias, a brillo de labios de melocotón, a fresas. La luna tiene aromas de sal en noche estrelladas de verano, aromas de salitre salpicado del mar en los paseos de otoño, huele a jara, romero y pinar en los días de invierno. La luna huele a incienso y a cera en primavera, almizcle, vainilla y lavanda, huele a ropa blanca tendida al sol, a llovizna de abril por las aceras, a dulce de leche y nubes de algodón, canela y jazmín, a chocolate. Contigo la luna tiene olor a ron, azúcar moreno, canela y limón, a besos robados, miradas de amor, a enamorados... Y es que ella es la esencia que le da sabor a las noches en vela a tu lado. A solas, me huele a recuerdos de ayer, arroz con leche que no se ha enfriado, a café molido y aromas de té, huele a yerbabuena, a clavo... Carmen Martagón ©

Derribar fronteras

Quédate, donde el viento despeine tus sueños, donde la brisa acune tus palabras, donde revivas antiguas miradas y te transporte a vivir otros tiempos. Quédate, donde los ojos derriben fronteras, donde la risa corte los silencios, donde las manos palpen un te quiero, que nos anime a vivir sin barreras. Después... Podrás volar al infinito, y soñar con que nada ha cambiado, sentir que no todo está perdido, y que sólo pasó el tiempo, sólo es tiempo... Carmen Martagón ©

MUJERES EN LA HISTORIA (3): LA ILUSTRACIÓN

           Al fin en mis manos la Antología Mujeres en la Historia 3. Mi relato sobre María del Pilar, Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, Duquesa de Alba publ icado en ella. Os dejo unas líneas.            Aquí van mis líneas...            “Atisbé la luz que quemaba el horizonte, cerré los ojos y regresaron los recuerdos. Justo entonces, sonaron las notas de una nana y comenzó en mi interior el albor de una nueva vida.” Atardece en la playa de Sanlúcar, una niña vestida de blanco se acerca a la orilla, el reflejo del sol hace brillar su piel de ébano y unas gotas salobres le salpican la falda. Mientras la brisa remueve su melena de bucles oscuros, la pequeña deja que una tímida ola moje sus pies descalzos y retrocede al    sentir el frío del agua...            ... Don Francisco de Goya dibujó a su gran amiga y mecenas con una niña entre sus brazos, un gesto soñado noche y día desde que se propuso enc

En silencio

Me gusta escuchar a la vida, me revela lo bueno y lo malo, lo sentido, lo vivido y esperado, me cuenta si llorar ayuda, si hoy he sido más niña que ayer, si he crecido. Me gusta escuchar los susurros que me recuerdan bellas melodías, las notas, los acordes, los silencios, los espacios en blanco en este tempo, los colores de las noches tristes, si he fallado. Me gusta escuchar cuando habla de esos días de lluvia y tormenta, de la calma que después se queda, esa que ya casi olvido, esa que no llega, mi paciencia. Me gusta escuchar a la vida, porque me habla de mí, de mis años, me avisa de aquello que no he olvidado y me hace crecer. Por eso presto atención a lo que me rodea, me detengo a escuchar, sin hablar, en silencio...  Carmen Martagón ©

¿Cómo...?

Cómo miro hacia otro lado si me duele si el dolor me transforma cada día, si quisiera ser mil veces animal para proteger a los míos del horror.  Cómo vuelvo la mirada ante las lágrimas y el dolor de las madres olvidadas, de los padres con las manos vacías, de los cuerpos con hambre desmedida. Cómo cierro los ojos ante el inmenso frío de esas miradas que piden auxilio, de esos trajes de estrado o tribuna que defienden la PAZ con palabras vacías... ¿Cómo duermo con el alma tranquila? ¿cómo? Sí mañana puede ser mi casa, puede ser mi cuerpo, pueden ser mis hijos los de esa mirada que duele, que aprieta y hasta desgarra... Carmen Martagón ©

Bajo este cielo

Deja la puerta entornada, que pueda adivinar tu risa, que logre poner en palabras éste amor que en tí se inspira y al colarse hasta tu casa te envuelva como la brisa.  Deja que asome al atrio de tu belleza, al patio soleado que hay en tu pelo, al portal de tus manos y a tus caricias, al abrigo de ellas soy prisionero. Un mosaico tu talle, centro de inspiración de todos los versos, mirillas son tus ojos donde mirar quisiera y perderme por siempre, pero no puedo. Te esperaré impaciente, en el quicio más amplio de tu portal, me quedaré despierto y asi te espero, que quiero verte niña, que verte quiero y darte mis amores bajo este cielo. Texto: Carmen Martagón © Foto: Carmen Torres  ©

Led...

          El señor Led no era una bombilla cualquiera, formaba parte del precioso decorado que alumbraba las calles por Navidad; pero a él le hubiera encantado ser una estrella y acompañar de cerca a la luna, cada noche, en sus salidas.             Por la mañana se dormía cansado, agotado de dar luz a la avenida principal de aquella gran ciudad y a media tarde, cuando despertaba, justo antes del momento de encenderse, miraba al cielo para cerciorarse si ya había salido la luna a saludarle. En su afán por descubrirla no veía las miles de luces a su alrededor, tampoco se fijaba en los cientos de carteles, que lucían sobre los escaparates de las hermosas tiendas decoradas para Navidad, supermercados, restaurantes o bazares que hacían las delicias de los transeúntes.            Hoy tampoco prestó atención al verde brillante de los semáforos o a las farolas, que empiezan a encenderse poco antes que él y sus compañeros o compañeras.            La noche anterio

El vuelo en PAZ

No quiero esa Paz que sólo dura un tiempo, como el apretón de manos pasajero, no quiero ésa, de sonrisas fingidas, del aplauso y el laudo, del conflicto resuelto.  No me gusta esa PAZ pintada para un cuento, que redime conciencias, que no es más que silencio, no me gusta esa PAZ que no acaba las guerras, que no cura la herida, que no dice "lo siento". Quiero PAZ verdadera, más allá de estos versos, más allá de la espalda, del amigo y el ciego, esa de las sonrisas, de las palmas arriba elevadas al cielo, quiero palomas blancas que no paren el vuelo. Carmen Martagón ©

Feliz sueño

Dame una sonrisa, un beso robado bajo el muérdago, el tintineo de cascabeles y campanas, vísteme de rojo y verde la nostalgia, colma de colores mis mañanas.  Dame un abrazo, sincero, valiente y apretado, ese que no olvidas, que se queda en los huesos; vísteme de plata y cobre los recuerdos, cubre de sentido mi pasado. Ofréceme tus manos, tu tiempo sin pensar, sin esperarlo, tal vez por Navidad más añorado, lo anhela el corazón más solitario, lo brindas sin sentir, sin nada a cambio. Dame la bienvenida con una corona de verdad, plagada de flores frescas y brotes nuevos, invitame a tu vida, pensando en libertad, rechacemos el miedo, la maldad y lo eterno. Te daré... el verdadero espíritu que habita en el alma, para desearte, una vez más feliz vida, feliz año, feliz sueño... Foto: Rocío Escudero  © Texto: Carmen Martagón ©

Pijama de Domingo

Sobre mi piel, siempre fiel a tí mismo, dando calor en noches y mañanas, con el embrujo especial de lo corriente, lo cotidiano, lo personal y humano.  Amigo siempre en las mañanas frías, cómplice oculto en horas de colegio, felpa inocente guardado entre las ropas, atrapando el calor en los helados días. Agradecido regalo bajo el árbol, en las glaciales madrugadas de Enero, piel en tu cuerpo siempre bien hallado, se agradece, aún sin ser el regalo esperado. Compañero inseparable de hogareños domingos, cafetero paño de insomnes accidentes, protector de la piel con su capa de rizo, separarnos de él y sentirnos perdidos. Amor incondicional, tú y yo, mi pijama, cómplice fugaz de besos en la alcoba, de rápidos momentos o de escapes nocturnos, salvador incansable de frías sábanas, amigo veraz en días taciturnos... Carmen Martagón ©

Descalza

Enredada en un sueño de estaciones, tiempo y viajes sigo caminando...  Pasito a paso... Descalza y viva, aún con el frío en los huesos, con la esperanza perdida, descalza y viva.  El mundo parece grande, tanto, que lleva al olvido, se olvida lo que no amamos, a pesar de lo vivido. Descalza me apeo del tren que también se ha detenido, como el reloj de ese tiempo, de ese mundo sin sentido, de este caminar sin rumbo, esta historia que no escribo. Con este frío en los huesos, donde sin sentir respiro, regreso al tren que me aleja de aquellos que me aplaudieron y que después se han reído. Descalza, pero no importa, fue que presté mis zapatos, para la risa de un niño, la mirada de un abuelo, y el sonido de los grillos. Pasito a paso voy lejos, al encuentro de mí misma, aún con las manos vacías hoy sigo haciendo camino... Carmen Martagón ©

Rojo

Rojo como la sangre que me inunda, como el cielo cuando estalla en el ocaso y el sol que se esconde deja paso a lo oscuro, rojo, como las aguas del Tinto, como el vino que se derrama en tu garganta, como mi corazón, rojo.  Mi otoño tiene el color carmesí de los sueños, ese que resalta sobre el negro, que viene a manchar el blanco de las nubes, ese que no se achica ante los necios, ese... Mi otoño tiene el color de los enamorados, de las rosas que sacan las espinas para defenderse, de las amapolas solas y valientes, de la roja y gualda que no se defiende... Mi otoño es granate, rufo y encarnado, no tiene fronteras en las que esconderse, ni cantos, ni trinos, ni jotas o fados, lleva en las entrañas la sangre del pobre que se ha derramado. Carmen Martagón ©

Uvas

Te envío con mi cariño las uvas para tus sueños, un sueño para vivirlo, la vida para sentirla y un millón de sentimientos.  Te envío con mi cariño las burbujas de mi copa, un brindis por un te quiero, y el beso del año nuevo, que se derrite en tu boca. Te envío desde mi casa, un abrazo de esperanza, el tiempo que ya no tengo, todo lo bueno que encuentres sin ponerlo en la balanza. Carmen Martagón ©
Buscar la PAZ Se ha perdido la P entre el silbido de las balas, en las pistolas y el pulso del más fuerte, en las pisadas que llevan a la muerte y en las trincheras de cada batalla. Se nos escapó la A por el costado, para no escuchar las antiaéreas, para no desvelar las madrugadas por el tronar de alarmas de la guerra. No encuentro la Z en las miradas, en los zapatos rotos del camino, en el mar azul del desconsuelo, ni en el corazón del asesino. No encuentro la PAZ que necesitan, aquellos que en verdad sufren y penan, no la busques entre los papeles, ni en los versos que guardas o cuentas, búscala en las voces de la calle y en la justicia clamada en las aceras. Foto: Rocío Escudero © Texto:Carmen Martagón ©