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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Cenizas

No fue el humo lo que nubló mis sentidos no fue la oscuridad lo que partió mi vida no fue el olvido, ni el amor, ni el tiempo, fue no sentir, no esperar, no estar vivo... Aguardé en la puerta de tus madrugadas, me quedé esperando tras días y días, se me fue la vida con cada calada, se me fue hasta el tiempo, mientras esperaba. No volverá a tener mi vida la luz que tenía, al fondo de mi alma la vista se nubla, mi mano sostiene sólo las cenizas de lo que viví, de lo que sentí, ya no queda nada... Éste fuego vivo quema mis entrañas quema mi vivir y hasta mi morada, este fuego vivo que todo lo abrasa quemó mi existencia, mi ser y mi alma... Foto: Carmen Torres Chaguaceda © Texto: Carmen Martagón Enrique ©

Vistió de despedida

Me duele tu ausencia, partió tu tren hacia otros brazos y el paisaje vistió de despedida. Quedó fría la estación, helado tu recuerdo, se durmió el sonido alegre de mi tren, se elevó el paso a nivel de nuestro tiempo, yo me he quedado atrás, durmiendo sin querer, soñando un beso. Las traviesas juegan a buscar ausentes, ya fueron testigos de otras despedidas, no me avisan si volverás, si vas o vienes, hasta el alma del carril nota mi herida, oscuro túnel mi adiós, si ya no vuelves. No son del reloj las agujas que esperan ni es su corazón el que sufre el destino tomaste sin pensar un sendero cualquiera, fue tu tren que partió buscando otro camino. Hoy soy como un balasto fuera de la vía, como el hierro que aguanta la carga más pesada, soy un alma errante que ha cogido la vida, que pide ventanilla para echar la mirada, soy quien se sube al tren sin una despedida. Carmen Martagón ©

Mis huesos

Aquí estoy, ofreciendo mi espalda desnuda a la tristeza, esperando ese calor que se desvaneció, que no volverá, que sólo es un recuerdo. Aquí estoy, en el rubor de este final de primavera, esperando que el estío inunde de sol las madrugadas, inunde mi piel, me llene de nuevo. No se si estaré, cuando el frío se instale en los recuerdos, y el calor no llegue a cobijarme, cuando no pueda sentarme a esperar, ¡maldita espera! Aquí estoy, sin querer mirar atrás por si me pierdo, y en el impulso de seguir quedan mis huesos, aquí estoy, aquí; y no quiero... Carmen Martagón ©

VIEJA MADERA

Hoy vengo a recordarte hasta la orilla, paseándote en mis hombros tú; vieja madera, hoy he querido admirar los años en tu quilla, media vida en el mar, la vida entera. Hasta el sol ha querido acompañarnos, de plata sus reflejos en mis aguas, la arena te sustenta en estos años, éstos que al pasar te transforman en fragua. He aprendido contigo a salvar tempestades, el silbido del viento que llena mis oidos, la brisa que acaricia, huracanes que invaden, y ese lento vaivén que me lleva y me trae. De si valió la pena sólo nosotros conocemos, seguimos paseando en la barca del olvido o viviendo en la borda del recuerdo, tú mi refugio, mi pasión, mi puerto, tú mi vieja barca, mi velero... Texto: Carmen Martagón © Foto: José Vicente Gey Alemán ©

Ofrezco amor...

 Al odio, la pena, la envidia y las tinieblas le ofrezco amor, a las sombras que nublan sentimientos, a las justicias mal aplicadas y a las benditas injusticias, ante todas ellas sólo ofrezco amor. Ante la noche impuesta por las almas oscuras, ante los poderosos de postura, sombra y dinero, ante los que miran hacia otro lado, mienten y se recrean, ofrezco más que amor: Ofrezco letras que gritan desde un papel en blanco, ofrezco sueños que no pasarán nunca, una copa de vino llena de recuerdos, y un feliz cumpleaños amarrado a un beso. Dedico unas horas que dicen te amo, unas risas frescas en la madrugada, una mano inocente que sólo acaricia y el amor que sale tras una sonrisa... Ofrezco, dedico, ofrendo y brindo el amor que tengo y que pese a todo, no se me ha perdido... Texto y foto: Carmen Martagón ©
Desnuda y desvalida en plena noche, la luz le da la vida que le falta, le acompaña en la oscuridad eterna, en esta soledad que ya no acaba. Su desnudez la dejó sin historias, no ha sido refugio de nostalgias, jamás arropó besos a escondidas, No la vistieron las expertas manos, ni la encalaron unas manos arrugadas, no la miman los dueños que no tuvo, no recibe admiración en las miradas. Tal vez soñó con ser muralla o puente, testigo de contiendas o batallas tal vez... sólo quiso ser la pared blanca que es reflejo del sol por las mañanas. Carmen Martagón ©

Rarezas del alma

Adoro tus rarezas, me gustas cómo eres, así, sin más. Has sido oveja negra de muchos rediles, de los que ya no están, no naciste cisne, fuiste patito feo y lo seguirás siendo, así, por siempre... Tú, ser solitario de noches en blanco que no volverán, excéntrico aroma de antaño en tu hacer diario. Alma perdida en bravas peleas contra la corriente, eterno paisaje olvidado entre demasiada gente. Adoro esas rarezas, porque son tuyas, te pertenecen, son parte de esta persona que has llegado a ser. Tú, no eres más que tú y posees la extraña hermosura de un alma que pena, de un alma que ríe, de un alma que sueña... Carmen Martagón ©

Sensaciones...

Acaricio las teclas tejiendo sueños, enlazo palabras para soñar, sonrío, me enfado, sigo escribiendo, a contratiempo y sin descansar.  Me adentro en las líneas que voy trazando, navego sin miedo por tantas vidas, leo y releo, siento y no siento, describo encuentros y despedidas. Cada renglón me cuenta una historia, que me sorprende, que me da vida, vivo escribiendo y voy sintiendo dolor, engaños, amor y heridas. Imagen: El mundo en blanco y negro EL CLUB DE LAS POETISAS Tu lugar en el mundo Texto: Carmen Martagón 

Savia, marisma y cielo

Cada hoja una lágrima, ramas cargadas de pesares ajenos, la savia recorre su tronco, enviando al aire suspiros y sueños. Cada atardecer despierta un recuerdo, los pasos livianos de los caminantes, esos corazones que traen sus anhelos, los enamorados, los que nunca amaron, las almas errantes buscando otros cielos. Marisma y edén, colores que laten, lágrimas al viento que sopla en la tarde, la tierra de todos, el cielo de nadie, se juntan y sueñan con inmensidades y en el viejo árbol parecen quedarse. Te hablaré de mí antes de marcharme, te contaré un cuento para que te calmes, te dejo las lágrimas que ya no me salen, las que te han cubierto de amor cada tarde, te dejo mi tiempo, colgado en el aire. Texto y foto: Carmen Martagón ©