Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de julio, 2015

Hambre de pan y de justicia

Sentencias. Sobre el papel y en los labios sobre la mesa, la cama y la ropa, en la mirada hacia el pasado, en los golpes de tambor del presente. Sentencias incumplidas, rotas, desordenadas, que encadenan el alma y los sueños, desmadejan los hilos de la vida, enredan las cuerdas de tus manos. Veredicto: culpable... una y mil veces, por pisar la inocencia, encadenar la niñez, destrozar el camino, nublar la mirada y cortar las alas. Culpable... Por cada dolor infringido sin remedio, por el hambre de pan y justicia. por oscurecer el cielo de los niños. Culpables... Carmen Martagón ©

Esquinas

Vender el cuerpo pero no el alma, la piel como un tejido que se lava, los ojos no ven, los oídos no reciben sonidos y la razón abandona el embalaje por unas horas.  Unas monedas pagan el amor fingido, las caricias extrañas y automáticas, el dolor, el asco y la pena; pagan los pañuelos que secarán las lágrimas y ese triste café del desayuno en un bar de carreteras olvidadas. La memoria no alcanza a recordar cómo ni cuándo, tampoco quien fuiste o quien pretendias ser; no recuerdas que fuiste bailarina en tus sueños o tal vez actor o actriz; pero, a veces, en algún acto, sin pretenderlo, éste último sueño se cumple. Carmen Martagón ©

Yo escribo, tú escribes...

Escribiremos cartas de amor, y con ellas haremos cometas y aviones de papel, para lanzarlas al cielo y que vuelen alto, muy alto. Escribiremos un relato feliz, con él haremos un barco y un sombrero de copa, nos iremos de fiesta, y bailaremos hasta que se apaguen las estrellas. Te escribiré un poema que hable de la luna, con él haremos un cohete para recorrer juntos el universo. Sube conmigo, ven a ver de cerca el infinito, dormiremos en el cuarto menguante y soñaremos con luceros brillantes. Carmen Martagón ©

Alcanzando

No me alcanza la memoria a recordar momentos, por eso escribo diarios entre mis versos, voy escondiendo sueños tras las vocales y pinto a carcajadas las consonantes. No me alcanza el recuerdo para esas horas, mirando amaneceres, soñando auroras, quiero que mis poemas lleguen al alma de aquellos que se olvidan de que hay mañana. No me alcanza una vida para vivir con un papel en blanco donde escribir, pero me alcanza el tiempo para querer para seguir soñando; para aprender. En la memoria llevo más que recuerdos llevo una vida llena se sentimientos llevo amor en el alma, bellas canciones y enredadas en letras, mil emociones. Carmen Martagón ©

Desencanto

             Se escondió bajo las ilusiones perdidas, en las miradas que nunca se encontraron, entre las promesas rotas y los amores olvidados. Agazapado, la vio llorar y se sintió más fuerte, estaba seguro de haber ganado la batalla pero siguió escondido, a la espera de una oportunidad para salir y tomar posesión de toda su vida. Se enmasca ró entre las pesadillas, las lágrimas derramadas, en los suspiros y las palabras que nunca salieron de su boca. La acompañó, día tras día, difuminado entre dibujos inacabados y flores secas; incluso bajo las páginas amarillentas de un libro releído mil veces.              Él era así, un ladrón de sueños, de minutos de vida, conocido como "el desencanto". Se instaló cerca de sus sentimientos, vino a robarle los sueños y aguardó pacientemente el momento oportuno... Y en un instante, la vió secar sus lágrimas, tirar a la basura las flores marchitas y tomar, del cajón de su escritorio, papel y lápiz.              

Preso del mar y de la tierra

Viejo faro olvidado, guía nocturno que mira al mar, luz incansable, que alumbra más allá del horizonte; bañado por la sal de las olas, protagonista de novela negra, testigo de intrigas, naufragios y soledades.  Compañero de sirenas, guía de barcos varados, salvador de navegantes sin rumbo, espeleólogo de ninguna caverna, lugar de encuentro donde rompen las olas. Testigo de amor y desamores, de encuentros furtivos en las madrugadas, de risas de niños, llantos de madres, sueños y esperanzas. No le asustan las más duras tormentas, no le detiene más que la luz del día; en las noches oscuras y siniestras, alcanza su luz más allá de los vientos, más allá del mar que le tiene preso, más allá de la tierra que le fija. Foto: Rocío Escudero © Texto:Carmen Martagón ©

Lágrimas...

¿Dónde se reciclan las lágrimas? No quiero mezclarlas con el agua de lluvia, ni con la que baja desde la montaña, no quiero guardarlas en cualquier espacio, ni en los besos tibios, ni en los fríos labios.  No quiero que se pierdan en el infinito, quiero reciclarlas en forma de versos, en bellos poemas de noches sin sueño, en canciones tristes que alivian las penas, o en leves palabras cubiertas de arena. Me niego a bebérmelas como en esos dramas que llenan portadas y telenovelas, sólo derramarlas con risa o con llanto, en momentos tiernos de los que me llenan, esos que aparecen y que no te esperas. ¿Dónde las reciclo? Por si algunos ojos secos de cariño necesitan llantos o risas de niños. Texto y foto: Carmen Martagón ©

SER GRANDE

         Hay muchas formas de ser grande: Físicamente, en anchura o altura y en ambas cosas; se puede ser grande en sentimientos, en valentía. Los hay grandes de España, o los había, no estoy segura.. Hay corazones grandes, grandes fortunas y grandes por sus hazañas, o también, se puede ser grande en coraje, en arrojo, en amor.           Existen personas muy grandes porque suman muchas cosas de esas que a las que se aplica el adjetivo. Se le dice a los niños:  "si comes te haces grande, si estudias serás grande". Hay grandes autores, compositores, pintores, cantantes, actores o actrices. Todos  tiene un don, una habilidad o una cualidad que les hace especialmente enormes.          Hay grandes luchadores y luchadoras por la libertad, por los derechos, por la verdad y la justicia, esos que mueren en el intento de hacer de este mundo un lugar mejor. Para muchos de ellos hay títulos, premios y honores: el Nobel, el Príncipe de Asturias, el Goya o el Oscar

Papá

Puedo abrazar el mar papá, ser tan alta como esta montaña, que el viento, al soplar, me lleve a otros mundos, como las velas de un nuevo navío.  Puedo abrazar el sol papá, en tus fuertes brazos no temo a los vientos, no me da miedo volar si voy de tu mano, soy invulnerable si estás a mi lado. Quédate siempre conmigo papá, dame un abrazo al despertar aunque no estemos juntos, envíalo a este cielo azul, a esta arena blanca. Envía un beso a este mar; la brisa me lo traerá despacito, lo guardaré en mi caja de los tesoros; lo sacaré cada noche para recordar que estás y que volverás para levantarme otra vez en tus brazos. Texto: Carmen Martagón © Foto: Ildefonso Canelo  ©

Una nueva sonrisa

  Hoy es martes... Pero ella se ha colocado su traje de domingo se ha pintado los labios de rosa, tirantes y tacones, una flor en el alma, y ha escondido esa taza manchada donde bebe las lagrimas. Se ha peinado despacio mirándose las canas las que le dió la vida a cambio de soñarla, soñar con otras manos, con otras madrugadas, sin árboles de otoño, ni flores deshojadas. Dibuja en el espejo su corazón dolido y una sonrisa leve le cura alguna herida. Mirándose a los ojos se promete a sí misma, sentir cada mañana una nueva sonrisa. Texto y foto: Carmen Martagón ©

Para las almas perdidas

Esta noche escribo para tí, sonámbulo de tiempo detenido, amigo de las noches y las sombras, soñador de futuro indefinido, vividor de besos sin alcoba. Escribo porque sé que esperas un poema cada noche, como esperan los pájaros su vuelo aguardando, sin un sólo reproche, palabras que te lleven hasta el cielo. Escribo para tí mujer callada que tiemblas en las sombras, amante de una noche sin estancia, sonrisa más fingida que soñada, mujer fatal hasta la madrugada. Escribo porque sé... que es más fácil fingir que pasar hambre, más difícil vivir que abandonarse, más fácil sentir y no saber tu nombre, más difícil perderse que encontrarse. Escribo para tí, para mí, para nadie. Para las almas pérdidas y encontradas, príncipes y princesas sin cuento, para noches y días sin sueño. Txto y foto: Carmen Martagón ©

Para mi Carmen

Además de tu sangre, tu nombre, el hogar de tu cuerpo de abuela, la sabiduría en tus manos de madre, la inmensa serenidad de tus ojos que se ha quedado guardada en mi alma.  Cada vez que recuerdo la paz que me dabas, el blanco de tu piel y el azul de tu mirada, me parece que nunca te fuiste que estarás en mi vida por siempre. Hoy, se celebra tu nombre en el mundo, yo celebro el haberte tenido, el haber disfrutado tu risa, la ternura en forma de palabras, y el cariño naciendo en tu pecho. Llevo tu nombre abuela, en el mío y en cada pensamiento, porque nunca dejaré de amarte, hasta el fin de mis días TE QUIERO. Carmen Martagón Enrique ©

Sonríe

                Claudia elegía cada  mañana una nueva sonrisa; cada tarde, las sombras de miedo se la borraban, cuando escuchaba el ruido de la llave en la cerradura.            Tenía guardadas en un cajón sonrisas diferentes para cada ocasión: una agradable para saludar a sus vecinos cuando bajaba a comprar el pan, la sonrisa enorme para recoger a su pequeño del colegio a las dos de la tarde o bien esa otra más serena cuando abrazaba a su madre al encontrarse con ella para un café. Ninguna de ellas le servía cuando él llegaba a casa del trabajo, las había probado todas, durante años, pero no eran válidas.              Cuando Claudia y Marcos se conocieron él le decía que adoraba su sonrisa infantil; después de unos años de noviazgo siempre aseguraba adorar esa mueca pícara, de mujer enamorada tras complacerle en sus juegos sexuales. Con el paso de los años le reprochaba que había perdido lo más hermoso de su cara, la alegría.               Algunos días, frente al es

Poeta Alfonsina Storni. La tarde de 1938

            La primera vez que llegó a mis oídos la melodía de “Alfonsina y el Mar” sonaba en la radio portátil de mi abuela; tendría yo apenas diez años y sus notas inundaron la pequeña cocina, tras el capítulo de su radionovela favorita. A mi corta edad no alcanzaba a entender el duro significado de aquellas hermosas letras, que eran magia en la voz de Mercedes Sosa. En mi imaginación, yo era quien iba dejando pequeñas huellas en la arena, mientras paseaba por la orilla. Me imaginaba bailando entre caracolas marinas, mientras brillantes caballitos de mar trotan a mi alrededor.             El vaivén de la Samba me sigue emocionando casi cuarenta años después. Cuando las notas danzan a mi alrededor, soy aquella niña que escuchaba radionovelas en un transistor azul. Con el tiempo descubrí que Alfonsina era una conocida poeta, nacida en Suiza, Argentina de adopción y que la canción hace referencia a su suicidio en Mar del Plata, Argentina, en 1938.   Hoy, cuando cierro los

Acariciar las páginas

Cuando tomaba el tren de cercanías ella ya estaba sentada bajo la primera ventana. El pelo negro, la piel oscura, con las gafas de sol siempre puestas y un libro sobre su falda tableada. Tenía un modo extraño de tocar las páginas que a Pablo le llamó la atención desde el principio; pasaba las yemas de los dedos de izquierda a derecha con mucha suavidad. Al cumplir los cinco años, el niño le pidió a su madre, como regalos, unas botas de su futbolista favorito, un balón de la Liga Profesional y un libro para poder acariciarlo... Texto y foto: Carmen Martagón ©

Pétalos de vida

He compuesto mis versos con nuevos comienzos, me hice un recogido con cada batalla, colgué de mi cuello pétalos de vida que me fui encontrado cada madrugada.  Vestida de negro no porque haya penas, porque me estiliza y alisa mi tiempo, tiempo que es presente, momento a momento, beberme un minuto, segundo y silencio. Hoy quiero alejarme de lo que me enturbia, que la claridad me allane el camino, peinarme el cabello con nuevos deseos y dejarme al aire mechones de olvido. Texto: Carmen Martagón © Foto: Carmen Torres Chaguaceda  ©

Candil encendido

Quiero alcanzar la luz... llenarme de sol, de mar, espuma y sal, cambiar de color, mirarme en el fondo y olvidar.  Dejarme abrazar por el fuego, transformarme en una estatua de sal y quedarme a contemplar la belleza de cada atardecer. Hoy el sol bajó para ponerse a mi altura decidido a rodearme de luz, llenar de magia cada paso que doy, y colorear el camino a seguir. Me espera cortando el horizonte, candil encendido iluminando el ocaso, queriendo alumbrar mis huellas en la arena esperando acompañarme, un día más, cuando me abrace el alba... Texto: Carmen Martagón © Foto: Isabel Muñoz de Arenillas

¿De quién?

Mío, tuyo, nuestro, mía, tuya, nuestra... Mi, mi, mi, ¿posesión? o ¿sólo una nota musical...? Nada traje, nada tengo, nada me llevo. Sólo mi cuerpo, mis ojos, mis manos y mis pensamientos. Mis versos, mis años, mis besos, cariño, amistad, tiempo. Sólo es mío de verdad el sí, quiero, sólo mi soñar y mi silencio, será mi soledad si así la espero... Mis ojos, mi lugar, pasión y credo... Todo lo demás es tuyo o nuestro si así lo decidimos y creemos. Tú vida, tu lugar, tu mar, tu miedo. Nuestra es la vida en común, nuestro "el encuentro", nuestra la pasión, nuestros los besos, la música compartida, esa con la que amamos, bailamos y bebemos, lo bueno y lo malo del amor también es nuestro... Carmen Martagón ©

Tiempo sin olvido

Tapias que separan idas y venidas, vidas que se mueven por raíles y aceras, siguen el camino las viejas traviesas, tiempo entre las vías parado a la fuerza. En las viejas tapias hiedras y grafitis que cuentan historias de vidas perdidas, de sueños robados, miradas dolidas, libros aparcados por tantas heridas. El Pozo se queda dolido y sin agua, ahogado en la sangre de los que se han ido. Santa Eugenia llora vestida de luto, apenas despierta de un sueño perdido. Cruces entre trenes que vagan sin ruido, gente silenciosa sigue su camino, lecturas inquietas en cortos destinos, risas apagadas, tiempo sin olvido. Texto y foto: Carmen Martagón ©

Cosida de arena

Soy como un muro de piedra, testigo de tiempos, de mundos, de almas cubierto de hiedra o vacío y roto, soporta mi piel el todo y la nada. Tengo la piel rota, cosida de arena, pegada de almizcle, mortero y tinieblas, bajo cada capa cenizas y almendras, incienso y romero, esencia de menta. Curtida de sol, me horada la lluvia, me arranca el viento soplando la pena, el hielo que llega tras de la tormenta me quiebra en pedazos la vida y la esencia. Soy esa pared que cobija el llanto, que esconde el rubor de los enamorados, la que sostiene penas y lamentos, apenas en pie, la vida, el encuentro. Apoya tu espalda para que te sienta , llena con tus manos mis grietas pasadas y cubre mis huecos con yeso y albahaca, mi cuerpo te siente, mi piel te reclama. Texto: Carmen Martagón ©